Este popular y emblemático lugar, que podría ser patrimonio de la ciudad, tiene gente que transmite buenas cosas… En busca de un futuro mejor para ellos y su familia, tratando de ofrecer los mejores precios a quienes pasan a comprar o simplemente a observar
En la mañana del 16 de septiembre, por las calles del centro en la ciudad de Maracaibo, hubo un clima muy caluroso. Caminábamos por el sitio y tanto vendedores como compradores, se quejaban del implacable sol mientras se limpiaban el sudor con la ayuda de un pañuelo o con su propia franela. Sin embargo, el fuerte clima no fue impedimento para adentrarnos a este lugar muy conocido y visitado por los marabinos; el Callejón de los pobres.
Íbamos paso a paso, observamos a personas que trabajan en el sitio con sus mercancías, colocadas en cientos de mesas al aire libre. Los vendedores se ven de pie o sentados; en las mesas se exhiben pantalones, sandalias, blusas, vestidos con precios que ofrece cada vendedor dependiendo de su oferta. A esta clase de trabajos, los economistas los llaman negocios informales, es decir, aquellos que no están registrados como una empresa formal.
En el callejón también encontramos locales con aire acondicionado, el Callejón de los pobres caracteriza por su intensidad al ofrecer su producto, amabilidad y sus constantes halagos para captar al cliente, como el "a la orden" con voz de sumiso campesino.
Continuamos nuestro recorrido y llegamos hasta los rinconcitos del popular callejón de los pobres donde se perciben todas las vibraciones de la ciudad.
En el Callejón de los pobres encontramos a menor precio cualquier prenda de vestir, hay altas y bajas, pero, como es de esperar: “Diciembre es la mejor época de ventas”.
Durante nuestro recorrido, pudimos experimentar que los vendedores del Callejón de los pobres no solo ofrecían sus mercancías, sino las mejores actitudes, a excepción de algunos que se mostraron un poco renuentes cuando les pedíamos información o simplemente por su timidez y no querer salir en cámara. No faltó quienes sí aprovecharon la oportunidad de poder dar a conocer sus negocios y así mejorar sus ventas.
La ironía y los chistes estuvieron presentes, porque, aunque muchos podrían especular que no sería el lugar ideal para comprar, la realidad es que el Callejón de los pobres demuestra la belleza en las pequeñas cosas, como el deseo de echar pa’ lante, economizar el bolsillo, divertirse mientras compras, no perderse los infaltables y populares piropos, además de la buena atención porque el callejón es un espacio donde puedes encontrar de todo un poco, a bajo precio, pero a la vez puedes pasarla bien.
Los vendedores del Callejón no solo tienen ropa, zapatos, medias y bolsos para ofrecerte, llenos de ánimo y una pizca de intensidad te ofrecen un ambiente dicharachero característico del marabino porque su propósito al final es vender, para poder llevar comida a su hogar.
Una experiencia única de la mano de la sencillez y la buena voluntad de hacer las cosas.
Elianny Isabel Touissant/pasante
Noticia al Día