Domingo 20 de octubre de 2024
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Ría y ría mucho, porque reír alarga la vida

Charles Chaplin acostumbraba decir que un día sin sonreír es un día perdido. Similar impresión, pero empleando otra metáfora, tenía…

Ría y ría mucho, porque reír alarga la vida
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Charles Chaplin acostumbraba decir que un día sin sonreír es un día perdido. Similar impresión, pero empleando otra metáfora, tenía al respecto Groucho Marx, otro gran humorista, quien con su habitual desparpajo e ironía afirmaba que el humor es como la aspirina, solo que funciona más rápido. A estos dos geniales actores el humor los convirtió en célebres figuras del cine en su género, y se hicieron millonarios por haber hecho reír a mucha gente en el mundo durante largos años.

Por otra parte, a ambos el humor no solamente les dio fama y dinero, sino también larga vida. Chaplin, por ejemplo, quien se hizo famoso por Charlot, el célebre personaje con bombín, bigote recortado y caminar de pingüino, vivió 88 años, mientras que el más genial de los hermanos Marx vivió 87.

La casualidad hizo que los dos murieran el mismo año de 1977: Groucho el 19 agosto y Chaplin el 25 de diciembre. A los dos mencionados se unen otros tres comediantes: igualmente célebres: Bob Hope, quien murió luego de cumplir cien años, Carol Burnett, quien tiene 95 años, y Dick Van Dyk, quien frisa los 92.

Todo indica, a juzgar por la longevidad de ambos, que la vida no hay que tomarla muy en serio y que una larga existencia está determinada no solamente por llevar un régimen de ejercicio diario y una dieta balanceada y sobria, sino también por la disposición que tengamos de estimular todo el día las endorfinas inyectando una dosis de buen humor.

Se dice que una buena carcajada, de esas que nos hacen soltar lágrimas de hilaridad de manera incontrolable, hace que se desencajen 400 músculos del cuerpo, entre ellos los del estómago; por eso no es nada casual que luego de un frenético y extenso ataque de risa sobrevenga un agudo pero exquisito dolor en la barriga, que nos obliga a pedirle a quien nos contó el chiste que por favor no prosiga en su buena intención, porque la sensación se hace incontrolable y lo más seguro es que uno termine la alegre velada con la ropa impregnada de orín.

Quienes han defendido y promovido a capa y espada que el humor debemos considerarlo una de las panaceas más efectivas para prolongar y hacer más placentera nuestra existencia en este mundo terrenal plagado de guerras y miserias, son tomados cada día más en serio en los procesos de terapia y recuperación que se cumplen en los hospitales.

Las teorías y prácticas que al respecto se han creado ganan cada vez más terreno sobre los viejos esquemas que hasta no hace mucho tiempo se levantaban como verdaderos muros infranqueables, por considerar como absurdo el tratamiento de pacientes a través del humor.

Los que no estaban convencidos sobre los efectos positivos del humor en la salud humana se resistían a su aplicación en la práctica médica, porque esa técnica heterodoxa no era más que producto de un grupo de especialistas irreverentes que buscaban figuración o llamar la atención.

Hoy la utilización del humor como recurso para atenuar los efectos de ciertos padecimientos, incluso los de nefastas enfermedades terminales, se ha extendido de manera creciente, por lo que no es nada extraño observar en centros clínicos y en hospitales áreas para consultas atendidas por especialistas que se han dedicado a fomentar las virtudes del humor y su importancia en la vida cotidiana, así como también espacios que se han habilitado exclusivamente para la práctica de la risoterapia, que es el nombre que se le ha asignado a esta forma de curación cuyos efectos en la salud son altamente positivos.

Revuélquese de la risa

Norman Cousins, un destacado periodista político y profesor universitario norteamericano, se avocó a propalar el tema de la paz y en 1979 llamó por primera vez la atención de la comunidad científica internacional sobre las extraordinarias posibilidades terapéuticas del humor.

En su libro Anatomía de una enfermedad, que es un testimonio personal, asegura que una terapia de humor que él mismo creó lo ayudó a superar una espondilitis anquilosante, una enfermedad crónica que suele generar un encorvamiento crónico paralizante causado por la inflamación de las articulaciones entre las vértebras de la columna y la pelvis que hace que las vértebras de la columna se fusionen.

Como se ve, no era poca cosa el padecimiento que tenía el pobre de Cousins, a quien le auguraron poco tiempo de vida una vez diagnosticado. Pero no se amilanó, así que, partiendo de la base de que emociones negativas como la ira, la ansiedad y el estrés personal pueden propulsar el ritmo cardíaco y elevar la presión de la sangre hasta un nivel letal, afectando negativamente la salud humana, Cousins pensó que las emociones positivas tendrían un efecto positivo, tales como la felicidad y el amor. Decidió entonces hacerse cargo de su propio tratamiento y, como estaba dotado de un poderoso deseo de vivir, resolvió potenciar ese deseo utilizando la alegría.

Consiguió películas divertidas, y observó que la risa era un poderoso analgésico al determinar que die< minutos de risa equivalían a dos horas de sueño sin dolor. Y algo más: en las jornadas de películas que organizó para cumplir con sus terapias, las que más veía eran las de los hermanos Marx… Otro que se ha ocupado de estudiar y practicar la risoterapia es William Fry, conocido como el "doctor de la risa", quien ha dedicado nada más y nada menos que 30 años de su vida a la investigación de las potenciales terapéuticas del humor, la risa y el buen estado de ánimo.

Fry asegura que la risa es una "experiencia orgánica total" en la que participan todos los principales sistemas del cuerpo humano, como el muscular, el nervioso, el cardíaco, el cerebral y el digestivo. En su opinión es tan profundo el efecto de la risa que se convierte en un buen ejercicio aeróbico, pues ventila los pulmones, a la vez que calienta y distiende los músculos, los nervios y el corazón.

Por otra parte, destaca que la risa, al igual que un ejercicio físico, acelera el ritmo cardíaco, eleva la tensión sanguínea, hace más rápida la respiración, expande la circulación y fomenta la entrada y salida de oxígeno. Ha quedado demostrado por otra parte, que los ataques de risa, es decir, las carcajadas prolongadas, ejercitan no sólo la parte superior del torso, los pulmones y el corazón, sino también determinados grupos de músculos situados en los hombros, brazos, abdomen, diafragma y piernas.

Por otra parte, sus investigaciones revelan que un niño en el kínder ríe unas 300 veces por día, mientras que un adulto típico ríe apenas unas 17 veces por día.

Noticia al Día / Vinicio Díaz Áñez

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