Domingo 19 de enero de 2025
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"Casas grandes” de Maracaibo: Huellas indelebles que se resisten al tiempo

Fueron símbolos de opulencia y prosperidad de principios de siglo XX que se resisten el tiempo, propiedad de inmigrantes y marcaron la diferencias a las de bahareque y paredes bajas en las que vivían la mayoría de la población en el caso central.

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Foto: Cortesía

Excéntricas viviendas que comerciantes extranjeros y nacionales levantaron a comienzos del siglo XX en la llamada entonces “la ciudad del lago”, eran hermosas villas que significaron para propios y visitantes “joyas habitacionales” dignas de admirar que hoy con el tiempo se han convertido en "huellas indelebles" de la ciudad, íconos del pasado.

Son residencias atractivas (a pesar de estar muchas de ellas abandonadas), por sus estilos arquitectónicos que se levantaron en colinas de principales calles de la urbe, con construcciones que conjugaban rasgos europeos y caribeños en la ciudad que iba en progreso a toda carrera desde el inicio del boom petrolero, período de crecimiento económico y prosperidad de la región con la extracción y exportación del crudo que trajo una gran cantidad de inmigrantes a acobijarse bajo las palmeras del lago.

Foto: Cortesía

Contrastaban las edificaciones que comenzaron a levantar con las casas de techos de teja o enea, y las mansiones o “casas grandes” como las llamaban los maracuchos, donde habitaban comerciantes, en su mayoría con poder económico y funcionarios gubernamentales.

Las familias las construían lejos del casco central y algunas en los alrededores de la ciudad buscando la brisa del lago.

La más grande

Algunas de estas edificaciones adquirieron rango de palacio, como la de Jun Roncajolo, constructor de ferrocarriles que levantó una mansión en la avenida Los Haticos donde vivieron sus hijos Benito y Luis Roncajolo que llegaron a ser presidentes del Zulia. Fue considerado el edificio más gran de Maracaibo.

Foto: NAD

La Ranchería fue otra casa ubicada al final de la avenida Los Haticos propiedad de Elizabeth Gross según se reseña en el libro de Nilda Bermúdez "Vivir en la Maracaibo del Siglo XIX. Fueron en principio zonas de hato y baños.

Casi todas las villas propiedad de los adinerados construidas cerca del lago obedecía a que con ello completaban el ambiente de relajación que buscaban los extranjeros, familias acaudaladas que escogieron en un principio las avenida Los Haticos, El Milagro y la carretera Unión.

La suerte de Villa Carmen y otras casonas

En la década del 20 fue construida en la avenida Bella Vista, Villa Carmen, un "caseron" de dos plantas con una torre lateral y techo a cuatro aguas. Fue levantada por un comerciante italiano, y según profesores de la facultad de Arquitectura de LUZ, su concepto expresa la incorporación de un lenguaje neopaladino con pórticos de y atrio central con cúpula.

Foto: Cortesía

Fue considerada hace cuatro años patrimonio histórico y cultural de la ciudad, siendo restaurada por la Alcaldía de Maracaibo con la finalidad de reabrir las puertas de esta joya arquitectónica a todo el pueblo maracaibero que en la actualidad disfruta de actividades sociales y culturales en ella.

Otra de estas obras destacadas en la ciudad es la quinta Pardi, "Villa Ernesta" en la avenida El Milagro y la de Los Leonardi al final de la avenida Unión, sobre un acantilado, en el que se construyó posteriormente la sede del Banco Mara.

El Castillo de Lucas Rincón

Como un símbolo de su riqueza en el 1939, el acaudalado comerciante, Lucas Rincón, levantó su vivienda y construyó una especie de castillo entre las avenidas Bella Vista y Santa Rita, donde se utilizaron 10 mil metros cuadrados para realizar la estructura.

Foto: Cortesía

Lucas Rincón, quien años antes había comprado el título de Conde de Bocanegra gracias a las ganancias obtenidas por el negocio de los tranvías, obtuvo la concesión de la empresa Ford y construyó la obra que entre sus características poseía torreones en las cuatro esquinas, con un murallón y escudo de armas.

Contaba con decorados jardines y fuentes con una amplia residencia que fue desapareciendo con el paso del tiempo. El también denominado “castillo de Bella Vista” era la joya más preciada del extenso patrimonio inmobiliario amasado por el acaudalado empresario

No fue realmente una fortaleza medieval. Recibió este nombre debido a los seis torreones de estilo español que flanqueaban el imponente portón de la entrada y las esquinas de la cerca que bordeaba la propiedad.

Desde afuera se divisaba la espesa vegetación que conformaba los jardines internos de aquella opulenta “fortaleza”. Un verdadero bosque privado compuesto por mangos, chaguaramos, palmas reales, trinitarias, cayenas e izoras entre muchas otras variedades frutales y ornamentales, ocultaban una amplia quinta de tres plantas con puertas y ventanas de madera, techos altos cubiertos de tejas, balcones con postigos, pisos de adoquines importados y fuentes a la usanza de las casonas típicas de Maracaibo, diseñadas para mitigar el calor.

Todo en la vida de Rincón era lujo y estatus. Su linaje descendía de próceres zulianos de la independencia como Rafael Urdaneta y Remigio Negrón Rincón, tal vez por eso en los años 50, durante uno de los constantes viajes al exterior, decidió comprar el título nobiliario de “conde de Bocanegra”, al cual correspondía el escudo de armas que adornaba la entrada de su “castillo".

La casa del gobernador Vicencio Pérez Soto

La que fue la residencia de Vicencio Pérez Soto, con amplios detalles de arquitectura y mezcla de estilos es un edificio de tres niveles que , totalmente deteriorado se niega a morir. Sigue en pie en la calle , Doctor Portillo.

Fue la residencia del gobernador Pérez Soto en 1928, cuya construcción estuvo impulsada por un comerciante y empresario de origen judío, obra concebida como el palacio de Loyola o palacete Da Costa Gómez con 16 habitaciones y detalles estilo barroco, clásico y arte nouveau.

"Estas son una parte del inventario arquitectónico que tiene Maracaibo, algunas de ellas recuperadas, pero otras, a pesar de lo que representan para nuestro patrimonio cultural, no han corrido con la misma suerte. Han quedado como "huellas indelebles" que se resisten al tiempo."

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