A Irene Sáez le invadía el rubor en su cara a la hora de confesar sus amores. Se le chorreaba el maquillaje y palidecía. Con gestos angelicales, sonrisa jovial y nerviosismo, se hacía presente para enfrentar a los periodistas. Con 19 años, aprendió a no tener miedo y contar todo lo que la vida le estaba proponiendo para surgir, entre ello su actuación en la política. Contaba con un buen asesor.
Los medios, en repetición interminable, rumoraban y suponían en aquel tiempo sobre sus posibles novios: ¿Andrés Caldera, hijo del expresidente Rafael Caldera? ¿Enrique Mendoza, gobernador del estado Miranda? ¿Donald Trump, magnate neoyorquino y futuro presidente estadounidense?
Las respuestas evasivas y vaporosas de Irene siempre alimentaban el morbo colectivo, que se preguntaba la identidad de su pareja, de su amor pasado que había fallecido en un accidente o del futuro primer caballero. Los dejaba con los crespos hechos, cuando le preguntaban, pues, había aprendido de sus maestros políticos y respondía casi siempre:: “Mi matrimonio se llama Venezuela”.
Una de las mujeres más hermosas del universo, quien después de sesenta años sigue siendo bella, estuvo a punto de casarse con el entonces gobernador de Miranda, hoy fallecido, con quien el político se convirtió en uno de los personajes del cuento de hadas de la más codiciada reina de belleza.
Todos los medios nacionales e internacionales contaban que mantenía una relación con el gobernador Mendoza, el solterón de entonces de la política socialcristiana.
Fue este hombre, de gran trayectoria política, reconocido incluso por distintas organizaciones, el principal mentor en el mundo político de la eterna reina, a la que no dejaba ni a sol ni a sombra en el día a día de sus actividades, pero el compromiso se rompió, según ella, porque ambos vivían demasiado ocupados. La mezcla entre soltera y devota la mantenían en una especie de virgen venezolana a la que todos veneraban y a la vez desean.
En una oportunidad, “la Barbie andante”, como la llamaban los caraqueños, declaró: “Tuve una relación muy linda con el gobernador Enrique Mendoza, pensamos en matrimonio, pero yo me involucré en mi trabajo y él en el suyo, entonces empezamos a distanciarnos”.
La que fue alcaldesa de Chacao, quien tenía conquistados a todos los venezolanos y a medio mundo, con escasos 36 años, sin apoyo de maquinaria alguna, sin programa y sin una organización política sólida, llevaba tres años en esa oportunidad punteando prácticamente todas las encuestas en Venezuela. Mendoza fue su principal pilar, quien se la echaba al hombro con su experiencia para llevarla a un segundo trono, el político, y lo logró, más no así su amor eterno, fue imposible.
Javier Sánchez