Hoy 14 de diciembre, se cumplen cien años del “reventón” del pozo petrolero Barroso II en Cabimas, acontecimiento histórico que reveló al mundo el enorme potencial energético de Venezuela.
La ocasión es propicia para evocar la figura legendaria del primer venezolano que dio un enfoque nacional a la industria petrolera del país: el jurista Néstor Luis Pérez.
Este ilustre zuliano redactó la ley de hidrocarburos de 1938, que autorizó por primera vez al estado venezolano a intervenir en cualquier fase del negocio petrolero, reguló la políica de concesiones y rescató para el fisco millones de bolívares en impuestos.
El petróleo de Gómez
El 14 de diciembre de 1922, el mundo de la industria y las finanzas pone sus ojos en el Zulia. Maracaibo, capital del estado del “oro negro”, será el primer destino de muchos extranjeros que, maravillados ante las fotografías de un diluvio imparable de petróleo, deciden embarcarse en el negocio.
Atrapado en las profundidades de la tierra durante millones de años, el petróleo había reventado el subsuelo inesperadamente. No estábamos preparados para ello y vivíamos bajo el gobierno de Juan Vicente Gómez, un dictador cuya escasa moral como gobernante y carencia de instrucción académica, impedían medir las implicaciones del acontecimiento.
Desde su destierro Néstor Luis Pérez observaba con indignación, la entrega de los recursos petroleros por parte de Gómez a las empresas transnacionales: impuestos irrisorios, “carta blanca” para la elaboración de leyes, junto a su camarilla de abogados, y un otorgamiento indiscriminado de concesiones petroleras a su corte de halagadores, que por unos cuantos
dólares traspasaban a los extranjeros pedazos enteros del territorio nacional.
El Ministro Pérez
Las anécdotas de la lucha de Pérez desde el extranjero contra la política petrolera de Gómez, habían hecho de él una figura mítica en Venezuela. Después de pasar nueve años en un calabozo de “La Rotunda”, había salido al exilio en 1924 y se había convertido en el líder de la resistencia en el exterior.
Regresó al país en enero de 1936, a solo semanas de la muerte de Gómez. Por entonces el presidente López Contreras conformaba su gabinete de transición y Pérez fue llamado a formar parte del nuevo gobierno. El jurista aceptó el cargo de ministro de Fomento, dejando claro en su discurso inaugural el objetivo más urgente del despacho: “organizar el negociado del petróleo, con el fin de permitir la riqueza nacional.”
Creó para ello el adecuado marco jurídico-administrativo, comenzando con una nueva ley de hidrocarburos, redactada por él mismo, que rescató millones de bolívares para el fisco. Esta ley aumentó y reformó los impuestos de regalía, exploración y explotación, y retiró a las compañías extranjeras la exoneración de impuestos aduanales a sus importaciones, que iban desde maquinaria hasta artículos domésticos para equipar sus campamentos.
Congeló el otorgamiento arbitrario de concesiones petroleras, a nacionales y a extranjeros, y creó despachos indispensables para el control y desarrollo de la industria del petróleo, como la Dirección de Hidrocarburos, convertida después en ministerio, y el Servicio Técnico de Mineralogía y Geología de Venezuela. Apelando a la intrínseca responsabilidad social de las empresas, consiguió que los consorcios extranjeros construyeran importantes obras de infraestructura en el país, entre ellas la primera carretera de la Costa Oriental del Lago y el Hospital Quirúrgico de Maracaibo.
En su libro "Venezuela, política y petróleo", Rómulo Betancourt le dedica las siguientes palabras: “el desatinado despilfarro de las reservas del petróleo fue interrumpido transitoriamente, durante el paso por el Ministerio de Fomento de un venezolano íntegro, el doctor Néstor Luis Pérez. Hoy, cuando ya no vive ese patriota, quiero dejar testimonio de su manera honrada de conducir las relaciones entre las empresas concesionarias y el estado”.
Leonor Hall