Jueves 21 de noviembre de 2024
Opinión

Maracaibo no es El Salvador (Por la Dra Vileana Meleán Valbuena)

Dra. Vileana Meleán El impuesto al miedo Las pandillas Mara Salvatrucha y Barrio 18, que operaban en ese pequeño país…

Maracaibo no es El Salvador (Por la Dra Vileana Meleán Valbuena)
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Dra. Vileana Meleán

El impuesto al miedo

Las pandillas Mara Salvatrucha y Barrio 18, que operaban en ese pequeño país centroamericano, hicieron del homicidio su forma de sometimiento. Mediante el compromiso de no asesinar a comerciantes de pequeñas y medianas empresas, estos grupos han exigido por años una cuota monetaria conocida como el "impuesto del miedo" o el "impuesto del terror".

Aunque no se conoce un dato oficial del dinero que las pandillas reciben a través de la extorsión, se estima que cada año rn ese país los victimarios pagan alrededor de 756 millones de dólares en extorsión a los antisociales que actúan por medio de bandas articuladas fungiendo como empresas criminales.

Al principio, las pandillas en El Salvador se financiaban por diversas vías, desde la petición de ‘colaboraciones voluntarias’ entre los habitantes de los barrios hasta el asalto; pero, cuando las estructuras empezaron a crecer, necesitaron fuentes de ingreso más estables y entonces surgió la idea de practicar extorsiones extendidas y constantes de manera progresiva y continuada.

Hasta no hace poco, las pandillas en El Salvador subsistian casi en su totalidad de la extorsión a las tiendas de los barrios, a los medianos empresarios y hasta a las grandes empresas que deben entrar a esos mismos barrios a repartir sus productos,

La principal forma de obtener dinero de las pandillas en El Salvador, es mediante el chantaje a comercios de todo tipo y tamaño.

Aunque El Salvador se mantiene desde hace un año bajo un régimen de excepción que ha logrado la reducción de homicidios, la extorsión sigue siendo un tema poco discutido públicamente.

El Ministerio de Seguridad, anunció reformas a la Ley Antiextorsiones en El Salvador las cuales consistían en encarcelar a quienes pagan extorsión a las pandillas y a quienes encubrieran ese delito.

¿Qué impacto tiene la extorsión en el Salvador?

Las pandillas y bandas comunes, han usado diversas formas para extorsionar: desde un papel debajo de la puerta de los negocios, hasta una llamada donde un supuesto jefe de pandilla les exige el pago.

Las consecuencias de la extorsión no son sólo de índole económica, sino también social y psicológica. Las víctimas de este delito afrontan estados permanentes de estrés, ansiedad y desesperanza.

La extorsión se ha traducido en una cadena de crímenes violentos como amenazas, secuestros y homicidios. Es, además, un freno para el crecimiento económico de los países, pues cierra negocios e impide la apertura de otros.

La extorsión también ha contribuido al crecimiento de las pandillas: les ha permitido tener una fuente de ingresos estable, lo que a su vez les ha convertido en estructuras del crimen organizado que administran y lavan cantidades enormes de dinero. Esta coyuntura delincuencial se asemeja al flagelo que azota en la actualidad a nuestra querida Maracaibo, la cual está invadida de grupos violentos conformados por delincuentes quienes han adoptado éste delito de delincuencia organizada para sembrar terror y azotar a sectores comerciales y empresariales que trabajan en la ciudad dal sol amada, a través diferentes modus operandis tales, como amenazas que atentan contra la integridad física y la estabilidad psicológica con el objeto de obtener el dinero exigido a cambio de no acabar con la vida de los y las comerciantes y sus familiares, por ello se debe construir un equipo multidisciplinario orientado a combatir de manera eficiente y eficaz la extorsión en Maracaibo con el objeto de devolverle la paz social y convivencia pacífica a quienes habitamos esta hermosa urbe, porque no somos El Salvador, por lo que, para garantizar el imperio de la ley y asegurar el fiel cumplimiento la seguridad jurídica y la tutela judicial efectiva hay que erradicar la extorsión y deslastrar el impuesto al miedo.

Siempre Vileana

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