La luz de la tarde es mansa. La noche le muestra sus arrugas. La veo que corre en una dirección distinta a mi senda. Cincuenta y pocos años. Ayer la vi también. Un destello moreno de cabello crespo corto. No se le mueve con el viento. No se ha cruzado con mi trote. La imagino bonita. Es de la misma fraternidad, corredora.
A media jornada de recorrido veo a dos mujeres que caminan en sentido contario. Al otro lado de la calle. Las conozco. Piel blanca. Una ellas ojos claros como soles sobre el lago. Nos reconocemos. Me detengo. Atravieso. Nos abrazamos. Nos expresamos la alegría del reencuentro. Dos puentes que unen las islas quedan detrás. Otro está más adelante. Seguramente el agua del lago insiste en reventar las olas sobre sus pilares
Caminan siempre unas mujeres de cincuenta años. Gordas las dos. Vestidas de negro. Otras tres mujeres entusiastas. Cincuentonas, caminan. Corren un poco. Paso al lado de ambos equipos de paseadoras. Recuerdo a Montevideo. Les digo ´Vamo arriba´ como animan los uruguayos. Quizás llevo unos dos kilómetros de trote. Un hombre que pasea a diario, le pregunto la raza de su perro. Me responde es Beagle. Se escribe Beagle Insiste. Adelanto a otro hombre. Bajito. Piel blanquirosaceo Creo que lleva vestimenta deportiva con algún escrito militar. Camina. Corre otro tiempo. Lo adelanto. Lo animo. También.
De lunes a jueves tres kilómetros. Es viernes. Bicicleteo con mi cicla anaranjada. Hice diez kilómetros. De pie sobre el segundo puente, disfruto de la huida del sol. Destellos sobre las aguas. No hay luz rojiza de atardecer. Grisáceo el cielo. Alguien viene trotando. Se detiene. Se quita los audífonos blancos. No saluda. Me aborda a quema ropa, señor, usted tienes resistencia, lo he visto antes. Cómo lo logra, pregunta. Observo que es militar. Posiblemente Guardia Nacional. No siento rechazo. Si es corredor, es integrante de la misma tribu. No existe heroísmo, le respondo. Nado, hago bicicleta y corro desde el 2002. Lo importante es una dinámica constante. Si son dos veces a la semana, dos veces. O tres. Le explico que el circuito desde Azudanza hasta el centro comercial tiene kilómetros y medio. Que lo recorro dos veces cada tarde. El militar me escucha callado. Después habla. Explica su dinámica de recorrido. No se despide. Se coloca los audífonos. Continúa su marcha. En la parte trasera de su franela (remera), se lee algo sobre el honor como divisa. El pañuelo que agita el sol sólo es un pequeñito punto en el horizonte.
Ya no corro triste como lo hacía en el pasado. Un día después de hacerlo escribía lo que pensaba cuando trotaba: ´ Paciencia y resistencia. Paciencia y resistencia. Amanecí podrido de tristeza. Salgo a trotar, pretendo reventar la melancolía contra el asfalto. Tragarme el viento salitroso del lago como antidepresivo. Desflecar la tragedia´. Ahora la tristeza viene a veces. Ayer estaba melancólico, Hoy ando alegre. Creo que continúo detrás de los pasos del Buda como sostiene mi hermano Tarek Yorde. Quizás ando lejísimo del Nirvana, pero busco la luz. Ya cené con pan integral con avena y cereales, cuatro dólares. En este país, es costoso. Ahora bebo un trago de ron con hielo y limón. Lo compré para San Benito. Lo compartimos. Sentado en la puerta de casa, miro el lago ahogado por la casi ausencia de luz. Veo los edificios como siluetas recortadas por la tijera de la noche. Observo la palmera que sembró Evalú en nuestra placita. La cerca nueva y transparente.
La crónica donde expresaba mi constante tristeza la escribí hace cinco años. La titulé Hunter. Un hombre guajiro cazaba palomas caseras con la ayuda de sus dos niños. Había hambruna. De comida. De amor. Hambruna. Esa mañana narraba lo que vi durante mi circuito de trote.
La crónica finaliza con algo así: ´Termino el café. Miro el fondo blanco del pocillo, manchado de marrón. Mi mujer sigue pendiente del relato´. Al vaso de ron le quedan como dos dedos aún. Después de este, no serviré otro. Mi mujer no me alarga un café en un pocillo de peltre blanco con un gato coloreado. Es temprano. Las otras casas de la villa solo son cobijos para el descanso. Silenciosas. Silenciosas.
Alejandro Vásquez Escalona
Noticia al Día