Es necesario aclarar que la expresión “guerra económica” fue instituida por el gobierno bolivariano con el fin de engañar y confundir la gente a lo interior del país, y ganar adeptos en el exterior. Su data, aunque no su nombre original, debe ubicarse en el primer lustro del XXI, teniendo a La Habana como sede de la mesa técnica donde se urden las decisiones, y a Fidel Castro como su mentor.
La “guerra económica” es en realidad un plan vigente ejecutado a plenitud por el régimen chavista, para doblegar la clase media, estrato social que los “revolucionarios”, consideran la amenaza más latente para la continuidad y estabilidad de quienes detentan el poder. Amenaza que entraña el fin de la revolución bolivariana, ya sea por vía electoral o compulsiva, motivo por el cual, año tras año, han intensificado sus ataques contra los profesionales, los trabajadores y la clase media en general. Solo el fraude y la represión les han permitido sostenerse en el gobierno.
Un gobierno con vocación militarista que acuñó el eslogan “socialismo, patria o muerte”, para excitar emociones de su fanaticada más sectaria y radical, no podía actuar de otro modo. Los enunciados militares belicistas han desfilado a lo largo de 25 años de propaganda chavista. Una de las primeras fases de la “guerra económica”, aun furtiva, fueron las “misiones sociales”. Éstas tenían como objetivo exaltar las angustias vitales de las masas empobrecidas, para implementar un experimento de estímulo-respuesta con fines populistas y electorales. En poco tiempo, Todas las “misiones” fracasaron. Desde un principio fueron farsas, inviables, insostenibles y antros de corrupción, pero cumplieron su cometido manipulador.
El siguiente objetivo consistió en redoblar los ataques contra la clase media, que en Venezuela superaba el 70% de la población, incluyendo millones de familias habitantes de los barrios, que lograron escalar durante 40 años de democracia, la ruta de la movilidad social. Mucho antes de 1998 y hasta 2005, aproximadamente, la mayoría de las personas poseía cuentas bancarias, tarjetas de créditos, teléfonos inteligentes, viviendas propias, ingresos familiares superiores a 500$ mensuales, altísimos niveles de consumo, su población infantil escolarizada, las familias se divertían según sus preferencias y poder adquisitivo, la calidad de vida era aceptable, el índice de marginalidad social muy bajo y nadie comía de la basura.
Ante esta realidad, el objetivo de La Habana fue imponer en Venezuela el modelo social cubano para someter física, mental y espiritualmente a la clase media. Para ello nombraron funcionarios radicalmente identificados con un distorsionado sistema “socialista”, sin escrúpulos ni sombras de ética ni moral. Los viejos titulares fueron despedidos, o renunciaron al no asimilarse con la nueva faz que mostró el gobierno, tras la voltereta que sufrió después de la muerte de Chávez.
La “guerra económica” se centró entonces en propiciar escasez de alimentos, desabastecimiento de toda clase de productos esenciales, alta inflación para desgastar los salarios, deterioro de todos los servicios públicos, eliminación de la seguridad social, crisis hospitalaria, reducción drástica de la matrícula estudiantil en escuelas, liceos y universidades; colapso del transporte público, cortes eléctricos, cierre parcial de la banca y escasez de dinero efectivo, reducción de la producción petrolera y ruina de refinerías, quiebra de las empresas de Guayana, políticas de expropiaciones y confiscación de la propiedad privada. Todo esto mientras la corrupción hizo metástasis en los organismos públicos y empresas del Estado.
La estrategia fue pensada y puesta en práctica, como una verdadera guerra destructiva, de desgaste y exterminio. El paso siguiente, fue crear una tarjeta de alimentación como en Cuba, distribuir alimentos subsidiados de muy baja calidad, emitir “bonos de la patria” e incautar el salario de los trabajadores públicos y convertirlos en “bonos contra la guerra económica” a través de una plataforma digital. Con ello pretendieron subyugar a quienes hasta ese momento se habían negado a obtener un “carnet de la patria”, un instrumento populista, de control social que se hizo casi obligatorio.
Y para preservar el apoyo de los títeres identificados con el chavismo, expandieron el lenguaje de odio y la confrontación bélica, designando a las tímidas sanciones de Barack Obama “guerra económica”, para justificar la destrucción del país y ocultar el saqueo.
En tal sentido, una de las medidas mil veces reiteradas por los cerebros cubanos, fue difundir la patraña según la cual, las “sanciones imperiales” contra los líderes más conspicuos de la revolución chavista, eran el motivo del colapso económico y la crisis humanitaria. Argumento utilizado por Cuba durante 66 años de férrea dictadura, y hoy repetida con desfachatez por Lula y Petro, para expresar lo que a todas luces ellos saben, es una mentira descarada.
La “guerra económica” le ha dado buenos resultados al gobierno. Millones de venezolanos has huido al exterior, la clase media está casi extinguida, la pobreza ha subido a más del 90% y casi todos utilizan el “carnet de la “patria”, procuran las bolsas de carbohidratos y los trabajadores jubilados y los ancianos hacen cola para percibir 130 Bs. de salario mínimo.
Loa jubilados han retrocedido a niveles ya superados, toman decisiones cuasi suicidas como emigrar, les han obligado a adoptar una economía de guerra, han reducido al máximo sus necesidades vitales; vieron derrumbados bastiones alcanzados en el pasado, como el mejoramiento laboral y profesional y el disfrute del retiro ¿Llegará el día que en Venezuela no se hable más en términos belicistas y podamos vivir en paz y armonía constructiva? Lo sabremos la madrugada del 29 de julio.