Sin esperarlo, recibí la visita de un buen amigo, Hector Rodríguez, a quien aprecio mucho porque para mi trae el recuerdo de mi hermano, Heberto y, del cantante mexicano de todos los tiempos, Marco Antonio Muñiz. Les halló un parecido enorme con él. Le conocí en el trabajo. Héctor es un hombre pragmático, le atraen los números, las cuentas, los balances, por eso es administrador, de corazón frío, para quien las cuentas y los haberes son lo mas cercano al poema XV de Neruda.
También es humano, sensible, cuidadoso de no dejar hendijas desde donde se le puedan exponer los sentimientos. Por muchos años tuvimos esa relación de empleado y gerente, hasta que una vez, por esas cosas de la vida, me lo topé en las escaleras un viernes caluroso de agosto y le dije: "Héctor he estado por decirte una vaina y siempre lo olvido, quiero que sepas que te aprecio mucho porque me recuerdas a mi hermano, Heberto, Dios lo tenga en gloria". Desde esa tarde empezó a verme con cariño.
Ahora que ha venido desde Santiago de Chile donde ha ido – como miles – en busca de mejores condiciones de vida, de prosperidad, hemos conversado unos minutos. Me ha contado que no es como pelar mandarinas, que emigrar es duro, sin embargo, con paciencia y esfuerzo se superan las dificultades, en eso estaba, cuando, quebrada la voz me dijo: "pero, lo mas fuerte es conocer la nostalgia, yo no conocía la nostalgia, no sabía lo que era eso de extrañar a alguien o a un lugar, allá lo supe".
Tener, sentir nostalgia, esa brisa de tristaza que nos nubla la felicida cuando estamos lejos, cuando no tenemos cerca a alguien al alcance de un abrazo, no es una enfermedad única de los poetas… gente numérica y pragmática, como Héctor la pueden conocer y hasta derramar una lágrima que nadie conoce… solamente ellos y su soledad.
Josué Carrillo