Boves no puede ser reivindicado como un luchador social. 1. Ya que perdió. 2. Estuvo contra Bolívar. 3. Nunca tuvo un programa político. 4. Fue un insubordinado. 5. Fue un delincuente sin arrepentimientos. Su fama se debe a que desató los mil demonios en una Venezuela "pacífica".
Para un tipo de izquierda romántica, Boves es el vengador de los pobres. Nuestro Robin Hood venezolano. A la mayoría le cuesta entender que esa revolución social nunca existió. Que luego del derramamiento de sangre, el robo, el saqueo, el pillaje, la extorsión y el secuestro: los pardos, llaneros, negros e indios seguían siendo la escoria de la nueva sociedad republicana. Iguales ante la ley solo que la ley del más fuerte no aplicaba ante los nuevos ciudadanos débiles y pobres. Libres, aunque pobres.
Y que fueron utilizados como carne de cañón por parte de los jefecitos narcisistas y sociópatas tanto en las filas de los realistas como de los independentistas. Solo que había que darles algo de gasolina para poder garantizar su domesticación marcial. Ninguno de esos sectores, castigados por la exclusión y la pobreza, se les pasó por la cabeza que luchaban por la libertad o la igualdad. Y mucho menos por algo tan esotérico como una nueva República.
Lucharon por una silla de montar nueva; por un uniforme europeo; por un suculento botín, ya sea en dinero o especie; también lucharon por violar a las señoritas blancas mantuanas, como aparece en la novela de Arturo Uslar Pietri: “Las lanzas coloradas” (1931). Lucharon como canallas y bribones, aprovechando que en las guerras todo trazado institucional queda borrado. Y los actos más viles y crueles quedan impunes. Y más sí se trata de los triunfadores.
La leyenda negra de la Independencia de Venezuela se regodea básicamente en los crímenes de Boves y sus secuaces del año 1814, como Rosete, Cerveriz, Yáñez, Morales y Antoñanzas. Sobre la Guerra a Muerte propiciada por Bolívar en 1813, los actos inhumanos son apenas señalados o en todo caso: blanqueados. Es más, el tal Decreto, hasta goza de celebraciones nacionales. Triunfar, siempre hace una gran diferencia.
La Historia de Venezuela es una fantasía ilustrada. Un cómic épico de héroes y traidores que intercambian roles. Una memoria infeliz porque desde la mitología nos han hecho creer sobre la existencia de un pasado heroico que descansa en las virtudes de sus ejecutantes.
A Boves se le quiere atribuir no solo ser el Padre de la Democracia (Juan Vicente González, 1810-1866) en un sentido simbólico, sino también del igualitarismo en Venezuela. Desde la degollina se obtuvo una igualdad a la brava; espasmódica y vengativa, sin ninguna posibilidad de permanencia en el tiempo.
Para ser iguales solo la ley lo puede asumir. Y siempre desde la más grande imperfección. Y básicamente si se cuenta con el apoyo del dinero, y más aún, si se trata de sociedades pícaras y con una institucionalidad anémica. Boves fue un saqueador. Y sus huestes fueron bandidos. Y de paso, perdió. Su versión fue acallada por los vencedores.
Boves arrasó con la Segunda República (1813-1814). Aniquiló toda oposición de la oligarquía de Caracas. Se enseñoreó sobre una Venezuela morena, siendo él mismo un asturiano y blanco europeo. Arístides Rojas (1826-1894) lo acusó de “expósito de la historia, y sin patria, no hay nación que lo reclame …”. Boves terminó siendo el antihéroe más popular de la Independencia de Venezuela. El líder del Haití venezolano con sus torturados, asesinatos y ríos de sangre.
Hoy sabemos que existió una mediación secreta con los ingleses en Puerto Cabello entre los blancos españoles y blancos criollos para pactar un alto al fuego. Los propósitos iniciales del 5 de julio de 1811 se les habían escapado a los dos bandos en disputa. Estaban siendo aniquilados por Boves y su División Infernal de 10.000 lanceros. Ni Colonia, ni Independencia.
La Metrópoli bien sabía de los pasos vengativos de su insubordinado, un auténtico rebelde. Y para ello apertrecharon la más grande expedición de reconquista de América en 1815. 10.000 veteranos españoles de las guerras napoleónicas vinieron a Venezuela a poner en cintura a Boves y sus soldados desaliñados. Sólo que el destino siempre está oculto. En Úrica, un 5 de diciembre de 1815, muere Boves en combate.
Hoy sabemos que pudo haber existido una guerra civil más amplia y furibunda; hoy sabemos también que Morillo fue torpe y desmovilizó a la División Infernal y le quitó los incentivos para que siguiera siendo una fuerza de ataque invencible. Al enajenarse el favor de los sectores populares, la guerra que le era en ese entonces favorable a los monárquicos, perdió todo ímpetu.
La guerra social y étnica se disolvió de la nada. La pardocracia siempre fue temida por Bolívar. Y ante la posibilidad de un Boves parte dos Bolívar actuaría con puño de hierro. Piar, el exitoso jefe militar oriental que había liberado Guayana en la batalla de San Félix (11 de abril de 1817), tenía todas las características de emular a Boves. Aun estando en las filas patriotas fue mandado a fusilar por Bolívar.
El aristócrata Bolívar venía a rescatar la esencia oligárquica que dio inicio a la lucha. Su desconfianza ante los sectores populares siempre fue proverbial. Su alianza con Páez, el principal jefe llanero en capitalizar la desbandada de la División Infernal, siempre fue contradictoria y copiosa en intrigas.
Así como Bolívar temió y respetó a Boves también lo hizo con Páez. Esa alianza con todo y sus altibajos resultó la clave en la victoria final. La oligarquía caraqueña y sus aliados en la Nueva Granada junto a la oligarquía oriental se fusionó con los sectores populares en armas e hicieron que Morillo pagara caro su derrota en 1820. Luego de la batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819) la resistencia realista sobre la Costa Firme llegó a su declive final.
Lee también: Venezuela: La guerra en la Independencia (III) (por el Dr. Ángel Rafael Lombardi Boscán)
Noticia al Día