Lunes 02 de diciembre de 2024
Opinión

Apuntes del Cronista: Idiosincrasia maracaibera (por el Dr. Reyber Parra Contreras)

José Ramón Yepes es uno de los grandes valores literarios de Maracaibo, ciudad que le viera nacer el 09 de…

Apuntes del Cronista: Idiosincrasia maracaibera (por el Dr. Reyber Parra Contreras)
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José Ramón Yepes es uno de los grandes valores literarios de Maracaibo, ciudad que le viera nacer el 09 de diciembre de 1822 y donde también murió el 22 de agosto de 1881, año en el cual Venezuela conmemoraba el centenario del natalicio de Andrés Bello.

Poco después de la muerte de Yepes, su viuda -la señora Emigdia Serrano de Yepes-, autorizó la edición de un libro donde se compilaban algunos de los más importantes escritos de su difunto esposo, con el título: Novelas y estudios literario de José Ramón Yepes, el cual apareció en 1882 con el respaldo de la Imprenta Americana de Maracaibo. La viuda dedicó esta obra al pueblo zuliano: “En él nació, vivió y murió mi esposo, y para él fueron casi todos sus pensamientos”.

Además de incluir  obras como Anaida (1860) e Iguaraya (1868), junto con otros escritos del Nauta de las Letras, la compilación del año 1882 contiene un texto que ha llamado nuestra atención debido a la información que ofrece acerca de la idiosincrasia del maracaibero; más allá de cualquier estereotipo, Yepes nos muestra su percepción acerca de los rasgos distintivos de su pueblo, cómo creía él que pudiera caracterizarse la conducta, el temperamento,  las aspiraciones y la cotidianidad de sus coterráneos. Esbozos zulianos es el título del referido texto: un ensayo en el que un maracaibero del siglo XIX intenta esquematizar algunos elementos constitutivos de la identidad cultural de aquella época, y que aún hoy perduran en Maracaibo.

A partir de la reflexión de José Ramón Yepes podemos afirmar que el maracaibero es:

Arraigado

La manera de ser del maracaibero guarda relación con el medio natural; de la geografía debe “sus vicios y sus virtudes”: nacer en las riberas del lago, relacionarse con sus paisajes, soportar calor y humedad, así como ocupar un espacio abierto al mundo, imprime en él un carácter particular y distintivo. Este determinismo geográfico  influye en sus emociones, suscitando una dependencia emocional con respecto al suelo nativo. Tal arraigo hace que: “El maracaibero lejos de su país [Zulia] se siente como oprimido o desorientado de un modo estraño por la naturaleza que le rodea. Las montañas son para él cárcel, las llanuras desamparo. Cuando encuentra horizontes no son los que busca su alma (…) y es que la tierra zuliana no se parece a ninguna otra”.

Civil, familiar y trabajador

Los hombres de Maracaibo son contrarios a la vida de cuartel, no soportan “el servicio de las armas. Un fusil al hombro es para el maracaibero una verguenza y la más insoportable de las cargas: el cuartel es lo mismo que la cárcel”. Esta afirmación de Yepes tiene el valor de proceder de quien sobresalió como oficial de la Marina de Guerra de Venezuela, por lo que debió conocer la realidad militar de nuestro país. Dice además, que el maracaibero forma familia a temprana edad y se rehúsa a participar en tumultos y sangrientas guerras civiles, puesto que su prioridad es el cuidado de su esposa e hijos y no la aventura de las armas. “La familia, el hogar, su bello país, valen más que todos los laureles de la gloria militar”.  En lugar de ocuparse de los asuntos militares, procura disponer libremente de su tiempo, dedicándose a ganar el sustento de su familia ejerciendo un oficio, bien de comerciante, marino, agricultor o criador de ganado. 

Camorrero, alegre y apostador

El maracaibero es dado a la “camorra sangrienta”, pudiendo perder fácilmente la virtud de la tolerancia. Esta agresividad no suele canalizarla correctamente; en realidad, solo necesita desahogar su cólera, tal vez gritando, y “después que se desahoga, no sólo es un ser inofensivo sino un ser alegre”. Por diversión y también buscando dinero, es aficionado a “los juegos de gallos” (peleas de gallos), en las cuales “apuesta la última peseta de su trabajo, rogando sincera e interiormente a la Chiquinquirá que le gane su pollo, ya que tiene la honrada intención de llevar la ganancia a sus hijos”.

Religioso y tradicional

Los nacidos en Maracaibo son “profundamente religiosos”, pero no al extremo de ser “fanáticos”; profesan una devoción sincera a “Nuestra Señora de Chiquinquirá de Maracaibo” y a muchos santos, en cuyas fiestas se muestran alegres, en esos días  van “vestidos de limpio, con la chaqueta tradicional, la navaja en uno de los bolsillos, la palabra picante y humorística como entretenemiento del camino y la española guitarra punteada al eco de más de una disparatada canción”.  Y es que a pesar del tiempo transcurrido, el maracaibero no ha perdido “la mayor parte de los hábitos y resabios de la vida de la colonia”.

Vivaz

Los maracaiberos poseen una “genial y proverbial viveza intelectual”, que les permite afrontar diversos desafíos, como el tener que llevar el sustento a su familia, iniciando la jornada sin un centavo, pero logran una solución con habilidad, como el caso de aquel que llegando al “fondeadero de las piraguas” en el puerto, acordó con el dueño de las panelas vender por él su producto, a cambio de un peso por este trabajo, “y empieza luego a gritar desaforadamente, llamando a todo el que pasa, mostrándoselas una a una y diciendo de ellas que saben a flores porque son de la hacienda cual y que jamás se ha visto un dulce semejante”.

Lo descrito por Yepes en el siglo XIX no difiere en su esencia de lo que podemos observar en las actuales generaciones de maracaiberos. Nuestra etnicidad -que comenzó a fraguarse en tiempos de la colonia- se prolonga hasta el dia de hoy, con la particularidad de que la tradicional interacción humana que podamos tener en los diversos  espacios de la ciudad, actualmente está acompañada por la presencia de las redes sociales y de todas las tecnologías de la comunicación. Y aunque en general no conoce su historia, el maracaibero vive inmerso en ella y la transmite a las futuras generaciones por medio de la continuidad de sus tradiciones y de reconocerse parte de un pueblo “bravo y fuerte, que en la vida y en la muerte, ama y lucha, canta y ora”, tal y como expresa el Himno a Nuestra Santa Patrona.

*Cronista de Maracaibo. Profesor de historia de Venezuela en la Universidad del Zulia. Miembro de la Academia de Historia del Estado Zulia, E-mail: [email protected] Instagram: @cronistademaracaibo Twitter: @CronMaracaibo

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