Miércoles 27 de noviembre de 2024
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Venezuela celebra el natalicio de José Gregorio Hernández: El médico de todos

Desde su muerte, ocurrida el 29 de junio de 1919, a José Gregorio Hernández se le ha descrito como un…

Venezuela celebra el natalicio de José Gregorio Hernández: El médico de todos
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Desde su muerte, ocurrida el 29 de junio de 1919, a José Gregorio Hernández se le ha descrito como un hombre excepcional que decidió compartir la mayor parte de su vida terrenal con los más desposeídos hasta de la gracia de Dios.

La vida, las buenas acciones y los milagros de José Gregorio Hernández han trascendido a lo largo de los años, generación tras generación. Historias y relatos del doctor dan muestra de que fue “el médico del pueblo”, pero también el de todos.

El 26 de octubre de 1864, el pequeño pueblo de Isnotú, en el estado Trujillo, vio nacer a José Gregorio Hernández.

Para su paisano, José Francisco González Cruz, fue un profesional de la medicina entregado a servir a quienes no tenían nada para curarse, “solo la Fe en el Siervo de Dios”.

Una nota curiosa de su personalidad se destaca en la cronología que escribió el propio José Francisco y que bautizó como “Camino a la Santidad”. Y es que en sus primeros años caraqueños, José Gregorio se enamoró de una muchacha que al final no le correspondió.

Luego y quizá por intercesión divina, el doctor Hernández fue creciendo en sus otras pasiones como el amor a Dios por encima de todas las cosas; por su familia, una humilde y sencilla que forjaron sus padres campesinos llegados de la Barinas rural a un Isnotú también golpeado por la pobreza.

José Francisco González Cruz regala otra revelación como si hubiese conocido de fama y trato a José Gregorio.

“Él se preparó para servir. Fue bondadoso y servicial. Pero una cosa es ser bondadoso y otra servicial. José Gregorio se preparó para prestar un servicio más eficaz en esa bondad”, refirió.

González Cruz dice también del médico: “Él tenía una filosofía de la vida, él decía que los venezolanos debíamos tener una filosofía de vida para estar al servicio de los demás”.

Pero, ¿de dónde sacó José Gregorio ese mundo de virtudes? Se pregunta González Cruz, que aunque no conoció en vida, parece haber sido amigo del médico.

Puede que la respuesta a la interrogante venga desde antes de que existiera el médico, del seno familiar, el seno materno, desde la misma gestación.

Aun cuando no existen abundantes detalles del carácter de su madre, una campesina del llanero Barinas rural, puede inferirse que José Gregorio recibía los arrullos de su progenitora, Josefa Antonia Cisneros, cuando estaba en su vientre.

Esa transmisión “osmótica” podría haber influido en su desarrollo personal posterior las virtudes de la humildad, el servicio, la comprensión y la justicia, “porque su mamá, después de terminar sus oficios de la casa, se dedicaba ayudar a todo el que podía, hacía obras sociales”.

También en la conformación de su personalidad intervino lo geográfico y lo sociológico de la época su pueblo de Isnotú, que está “recostado a las faldas de la Sierra del norte de La Culata, proveniente de Mérida hacia Trujillo y frente al Lago de Maracaibo, en una especie de meseta”, un elemento que apunta el biógrafo como signo de un amplio horizonte que José Gregorio supo visualizar desde pequeño.

Bajo este “nido” familiar, el futuro médico cultivó otras virtudes como el trabajo constante y persevante, la unión familiar y fraternal, el cariño a los demás, la solidaridad y “una Fe muy auténtica en Dios”.

Asimismo, en ese hogar, pleno de virtudes cristianas, aprendió a leer, a querer la naturaleza y a ser muy creativo. Estuvo en la escuela de un náufrago zuliano, Pedro Celestino Sánchez, “quien le empezó a llenar la cabeza de todas esas leyendas, cuentos y anécdotas de hombres de mar”.

Desde esa forma de ser y pensar, se formó como médico.

Fue una inclinación “natural” que mostró desde pequeño, pero no como cualquier médico. “Se formó en bacteriología y enfermedades endémicas y ejerció la medicina”, remarcando que se preparó “para atender a sus enfermos”.

Esta vocación de servicio la cultivó José Gregorio Hernández cumpliendo un itinerario, una disciplina personal que le valió hasta para los momentos más difíciles de su vida.

En la mañana se levantaba para ir a misa “y luego visitaba a sus enfermos, regresaba a su casa, tomaba un descanso breve, se iba para la universidad a formar nuevos médicos, nuevos servidores de la salud y formó una escuela”, indicó González Cruz.

Hay un episodio en su vida como médico que es ineludible no mencionar. En octubre de 1918 llegó al país la pandemia de gripe española que causó la muerte de más de cuarenta millones de personas en el mundo.

Los apuntes históricos señalan que en Venezuela habrían muerto unas 80 mil personas, de las cuales más de 1.500 fueron en Caracas.

El Dr. José Gregorio Hernández recién llegaba de actualizar sus estudios de Embriología e Histología en Nueva York y en Madrid, y se incorporó al intenso trabajo de la emergencia. Se crearon juntas de socorro, comisiones para cada parroquia y seis hospitales de aislamiento.

La Junta de Socorro Nacional quedó encargada de coordinar toda la lucha contra la epidemia y fue conformada por el arzobispo Mons. Felipe Rincón González, Vicente Lecuna, Santiago Vegas, Dr. Francisco, Antonio Risquez, Dr. Rafael Requena y coordinada por el Dr. Luis Razetti, todos amigos y colegas del Dr. Hernández, quien se integró como uno de los más activos luchadores.

Lee también: Un José Gregorio Hernández tan real como sus milagros ha llegado a Isnotú

Noticia al Día/Información de Radio Fe y Alegría

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