La percepción pública sobre el aumento de la criminalidad a menudo señala a los migrantes como principales responsables.
En Latinoamérica, esta narrativa se centra particularmente en la población venezolana. Sin embargo, ¿qué dicen las cifras reales sobre la relación entre migración y delincuencia? Un análisis profundo revela una realidad mucho más compleja.
La DW (Deutsche Welle) el servicio de comunicación alemán, ha lanzado una encuesta en su cuenta oficial de la red X (Twitter) para medir la reacción basándose en los últimos resultados de un estudio de Latinobarómetro.
Las calles de Lima y Santiago resuenan con protestas que claman por mayor seguridad. El fantasma del crimen acecha en el imaginario colectivo, y con frecuencia se le atribuye un rostro extranjero, específicamente venezolano.
La preocupación no es exclusiva de Perú; según la última encuesta de Latinobarómetro, una abrumadora mayoría de chilenos (casi 9 de cada 10) asocia la migración con un incremento delictivo. En Ecuador y Perú, la cifra ronda el 80%. Esta narrativa, fuertemente arraigada en países como Chile y Perú, ha estigmatizado a la comunidad venezolana, convirtiéndola en blanco de prejuicios y discriminación.
Pero, ¿qué tan sólida es esta correlación? Expertos en criminología y migración coinciden en que, si bien se ha observado un aumento en la participación de migrantes en ciertos delitos, especialmente aquellos de carácter violento como robos con violencia y homicidios en los últimos cinco años, estos siguen estando subrepresentados en la comisión de delitos en comparación con la población local.
En otras palabras, la proporción de delitos cometidos por migrantes es menor a la proporción que representan dentro de la población total del país receptor.
Esta conclusión se refuerza con estudios que analizan datos concretos. Por ejemplo, un informe del Centro de Estudios Públicos (CEP) de Chile, titulado «Migración y Delincuencia en Chile: Evidencia y Desafíos», señala que «la evidencia disponible no permite afirmar que la migración haya tenido un impacto significativo en las tasas de victimización en Chile».
Además, es crucial considerar que la migración venezolana en Latinoamérica es un fenómeno complejo impulsado por una crisis humanitaria sin precedentes. Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), más de 7 millones de venezolanos han abandonado su país en los últimos años, buscando refugio y oportunidades en otras naciones de la región.
Este contexto de vulnerabilidad puede exponer a algunos migrantes a situaciones de riesgo y a la comisión de delitos, pero generalizar esta situación a toda la comunidad venezolana es un error que alimenta la xenofobia y obstaculiza la integración.
Profundizando con datos adicionales:
Contrario a la creencia popular, diversos estudios han demostrado que la migración, incluyendo la venezolana, puede tener un impacto económico positivo en los países receptores, generando empleo y dinamizando la economía local. Un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) destaca que «la migración venezolana ha contribuido al crecimiento económico en varios países de la región».
La narrativa que asocia migración con delincuencia contribuye a la estigmatización y discriminación de la comunidad venezolana, dificultando su integración social y económica. Un estudio de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) señala que «la discriminación y la xenofobia son obstáculos importantes para la integración de los migrantes venezolanos en la región».
Noticia al Día / Latinobarómetro