El secretario de Estado, de Estados Unidos, Marco Rubio, ha aterrizado este sábado por la noche en un país sembrado de banderas y con parte de su población manifestándose contra su Gobierno.
Rubio encontrará al presidente local, José Raúl Mulino, preocupado y con ánimos de entregar cualquier cosa menos lo que la mayoría de los panameños consideran un disparate que en los últimos días funcionarios norteamericanos han exigido con el tesón de una bestia: el Canal de Panamá.
“El presidente Trump está bastante claro en que quiere administrar el Canal nuevamente”, avisó Rubio en una entrevista dos días antes de iniciar su primer viaje oficial al extranjero como jefe de la diplomacia de Estados Unidos, con escalas en Panamá, El Salvador, Costa Rica, Guatemala y República Dominicana.
El último en decirlo fue el enviado especial de Estados Unidos para América Latina, Mauricio Claver-Carone. En una rueda de prensa previa al viaje de Rubio, el viernes 31 de enero, repitió que pretenden la “reconstrucción de la era de oro” de principios del siglo pasado, cuando construyeron el Canal. Tras quejarse por las tarifas a la Marina, el mantenimiento y la concesión a una compañía con sede en Hong Kong de los puertos a ambos extremos de la vía interoceánica, Claver-Carone soltó: “Ojalá el Gobierno de Panamá lo vea como una oportunidad de buena fe para promover y mejorar los intereses de ambos países”. El Gobierno no lo ve así, aunque en su ánimo no hay ninguna intención de pelea.
Cada vez que puede, Mulino repite que el Canal no es negociable. “Es de Panamá y seguirá siendo de Panamá”, dijo el miércoles en la inauguración del Foro Económico Internacional América Latina y el Caribe.
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Noticia al Día/Información de El País