La noche de agosto de 2022, Erika Yanira Morales, una joven de 17 años para entonces, una estudiante llena de sueños y proyectos, salió con unos amigos a una discoteca del centro de Pasto en Colombia, y lo que prometía ser una velada de alegría terminó en tragedia, cuando se presentó una trifulca y dos mujeres la atacaron golpeándola en la cabeza con una botella de whisky.
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El golpe recibido fue tal que sufrió un infarto cerebral múltiple que la dejó cuadripléjica y postrada en una cama desde entonces. De ahí en adelante los médicos intentaron revivirla y en un año y siete meses en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) al despertar, su cuerpo ya no le respondía.
Los especialistas han sido claros: no existe un camino de recuperación. “Nos dijeron que la recuperación era improbable”, recuerda Tatiana Morales, su hermana, quien se convirtió en su voz ante el mundo. Aunque consciente, no podía hablar y aprendió a comunicarse de la única forma posible: asintiendo con la cabeza mientras su familia recitaba el abecedario hasta formar palabras. Así, construyó un mensaje que heló el corazón de todos: “Déjenme ir. Es una prueba de amor.”, dijo.
Cansada, con una extrema delgadez con la fuerza que aún le quedaba, le pidió a su familia lo que nunca pensaron escuchar, su derecho a morir dignamente. Erika quiere la eutanasia. Sin embargo, su EPS, Emssanar, rechazó la solicitud, argumentando que no se cumplen los requisitos médicos. La respuesta dejó a la familia sumida en una nueva lucha.
“No queremos verla sufrir más. Hace un mes me dijo: ‘Hermanita, no quiero que seas egoísta, quiero que me dejes ir’. Me dijo que era una prueba de amor. Sabemos que es lo mejor, aunque es algo que nunca vamos a superar”, relata Tatiana con la voz entrecortada.
En Colombia, la eutanasia es un derecho reconocido desde 1997, amparado por la Corte Constitucional para quienes padecen sufrimientos físicos o psíquicos intensos por enfermedades graves e incurables. Pero el caso de Erika revela las grietas del sistema. Aunque la normativa existe, las barreras administrativas y burocráticas complican el acceso a este derecho.
La negativa de la EPS obligó a la familia Morales a hacer pública su situación. Con la esperanza de ser escuchados, Tatiana se convirtió en la voz que repite el pedido de Erika: el deseo de descansar. “Prefiero mil veces llorarla en una tumba que verla sufrir cada día. Es mi única hermana. Esto es un dolor que nunca se va a ir”, sentencia Tatiana.
Con informción El tiempo