-Samuel, mi hijo me expresa alegre que este fue el año del ave Fénix en mi vida. Y sí. El budismo sostiene que la vida es un viaje ininterrumpido hasta lograr la iluminación. Una manera de morir y renacer es acercarte a esa iluminación. Cada ciclo que termina y te conviertes en un mejor ser humano, es un ciclo donde mueres y vuelves a nacer. Eso creo que me sucede este año. Los años inmediatamente anteriores, viajé a las oscuridades de las dificultades. Al malestar. Viví el camino pedregoso. Supe de la tristeza. Del sentimiento de derrota. Un día que no preciso, capaz que el último semestre de 2021, decidí empinarme como una enredadera en busca de la luz solar para florecer. Hermanos fraternos como el maestro Vladimir Gil, abonaban mis raíces con su permanente e inagotable, todos es impermanente Alejandro. Esto pasará. Y preguntaba insistentemente en ese tiempo anterior al 2022, estás comiendo como pobre (verduras, frutas, granos…). Estás trotando. Estás meditando. Con variadas excusas le respondía que no. Luego volvía a preguntar. Sin cuestionamientos. Sin fastidiarse. Hasta que recomencé. (Llevaba casi dos años alejado de esta dinámica). Comer como pobre, meditar, correr. Acercarse a la alegría. Celebrar que formo parte de una familia inmensa: Todos los seres vivientes del universo.
Soy el mismo Alejandro, pero renacido en otro. Más convencido que vivo, respiro y todo lo demás es abundancia. Que sobreviví a una de las pestes más terribles que han azotado a la humanidad. Firmemente convencido que el mejor refugio es el Dhamma. Las enseñanzas que dejó el Buda como hombre, no como Dios para para alcanzar el Nirvana. Entender la causa del sufrimiento y trabajar por salir de este. A sabiendas que el dolor existe. Y es inevitable. Pero el sufrimiento es opcional.
Este año vi con más claridad cómo vivir en paz. Crecí espiritual e intelectualmente. Trabajo todos los días por seguir navegando en este rio sosegado. Oloroso a flores de azahar con pájaros que lo sobrevuelan, con uno que otro encontronazo con sus piedras. Sabiendo también que como todos los ríos, terminará en el mar.
En este año que termina, agradezco las enseñanzas de Siddhartha Gautama (El Buda): Vida compasiva, ética y con permanentes deseos de servir. Haber entendido mi insignificancia ante la inmensidad del universo. Agradezco que mi ADN viaje en el cuerpo de mis hijos, grandes y generosos, incapaces de hacerle daño a nadie premeditadamente. Agradezco a los amigos que me escuchan. Que comparten sudores y saludos conmigo, entre estos el compadre Julio Reyes de noticiaaldia porque me empujó a la aventura de escribir como una manera de saborear nuevamente la dignidad de hombre.
Agradezco a los diez lectores de mis relatos, a los cincuenta hermanos que comparten mis cosas en Instagram. Agradezco el amor que me regalan las decenas de mujeres desde Paris, Madrid, Barcelona, Buenos Aires, Brasil, Montevideo, Caracas, Mérida, Valera. Ellas saben quiénes son Ellas saben que también las amo.
Pienso todo esto en una fila de autos para abastecerme de gasolina. Si lo logro maravilloso. Si no, poseo una bicicleta y un cuerpo sano. Vivo en paz.
Alejandro Vásquez Escalona
Noticia al Día