La Cuaresma y la Semana Santa es un espacio que la Iglesia Católica nos da para reflexionar nuestra relación con Dios, con nuestros semejantes, reencontrarnos con lo mas profundo de nuestro ser, es tiempo de reflexión para convertirnos y volver nuestra mirada a Dios.
Son la Cuaresma y la Semana Santa momentos que van mas allá de los meros ritos religiosos, es una invitación a la conversión y a reconciliarnos con nosotros mismos y con nuestro prójimo.
Casi siempre la vida nos golpea de distintas maneras sea por la enfermedad, la muerte, la falta de dinero, por conflictos en la familia y problemas que venimos arrastrando a lo largo de la vida.
Delante de este panorama y para rematar, la crisis económica, social y política, lo que parece el colapso definitivo de los servicios públicos, los profundos desequilibrios del mundo moderno que destruye la sociedad y que hace que el venezolano tambalee, y si no tiene donde agarrarse puede caer en la aflicción, en la depresión y hasta en duras circunstancias perversas.
Por eso necesitamos con urgencia robustecer nuestra esperanza, nuestra fe y descubrir por qué estamos en este mundo, cuál es nuestra misión y tener la fortaleza para seguir adelante y develar el prometedor futuro que nos prepara Dios.
Para hacer fuerte está esperanza la iglesia en Cuaresma y Semana Santa nos llama a tener un encuentro personal con Dios que nos renueva y rescata nuestras vidas.
Esa fortaleza de la esperanza que buscamos solo la encontraremos en la iglesia apoyados no en nuestras fuerzas sino en Jesucristo muerto y resucitado por todos.
El señor les hablaba a sus apóstoles de la pasión, de como iría a Jerusalén, de como sería traicionado, torturado y finalmente clavado en la cruz. Para ellos esto significaba una enorme decepción y tristeza.
De esta manera Jesús ofrece a sus apóstoles un medio eficaz para fortalecer la esperanza, y es la promesa de la resurrección.
Cristo no quiere que seamos víctimas del pesimismo, de la tristeza, del sin sentido y de tantos complejos que nos ha dado la vida.
La gloria de Dios no consiste en que el hombre sufra y viva crucificado todos los días, sino que viva y sea feliz.
El señor nos muestra en esta Semana Santa y Cuaresma su gloria en la resurrección. Como después de la muerte en la cruz viene la alegría de la resurrección si permanecemos unidos a él.
Saber que las luchas y las cicatrices de la vida presente no son en nada comparadas a lo que nos ofrece Dios.
Estar convencidos de que hay algo mejor, una felicidad completa basada en el amor generoso del señor sin pedirnos nada a cambio y que nos rejuvenece intensamente.
Subir al Calvario significa enfrentar con valentía los acontecimientos inevitables de la vida.
No veamos estos tiempos de Cuaresma y Semana Santa como recordatorios tristes de un acontecimiento histórico de la muerte de Jesucristo, de por si un juicio absurdo, injusto y dramático.
Escuchar a Jesucristo es poner en práctica su enseñanza de la mano de la iglesia y sus pastores, es vencer el egocentrismo que genera la infelicidad y abrir el corazón a la alegría de la resurrección.
Agranda nuestra esperanza la reflexión profunda que nos invita la iglesia de aceptar al otro tal como es con sus virtudes y sus defectos.
Es el momento de Cuaresma y Semana Santa de renovar nuestra relación con Dios que nos fortalece en medio de tanta tribulación.
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