Domingo 01 de diciembre de 2024
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Sanda Tael el elíxir de grasa de lagarto que es vendido en Pakistán como remedio sexual

En el ajetreo de un mercado pakistaní, unos clientes curiosean en busca de lo que consideran la solución a sus…

Sanda Tael el elíxir de grasa de lagarto que es vendido en Pakistán como remedio sexual
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En el ajetreo de un mercado pakistaní, unos clientes curiosean en busca de lo que consideran la solución a sus problemas sexuales: grasa de lagarto fundida, marinada con aceite de escorpión y aromatizada con especias rojas.

Ningún estudio científico ha validado los supuestos poderes curativos de este bálsamo aceitoso de color negruzco y olor a quemado, que se produce en el mercado negro y recibe el nombre de Sanda Tael.

Su fabricación depende de la caza furtiva del discreto lagarto de cola espinosa. Para preparar su pócima, los mercaderes descuartizan al reptil en la acera y funden su grasa en hornillos.

"Aplique solo cinco gotas sobre la zona afectada", explica Yasir Ali, vendedor del mercado Raja de Rawalpindi, cerca de la capital Islamabad.

"Esto hace maravillas para lo que es mejorar la resistencia sexual", asegura el comerciante de 40 años, a cuyo lado tiene varios lagartos inertes sobre una lona cubierta de frascos de cristal.

Ali intenta seducir a un grupo de curiosos enumerando las virtudes del elíxir que les traerá "alegría y placer" y que los hará "fuertes como el acero".

Foto: Nasir Jaffry

"Esto hará feliz a vuestra mujer", les promete con mirada maliciosa. "Compren y prueben".

Sultan Mehmood, de 62 años, utiliza esta poción desde hace tres décadas. "Hace milagros", asegura antes de hacer una colorida descripción de sus hazañas sexuales.

El saara hardwickii es un pequeño lagarto del sur de Asia, de un color castaño amarillento, con una cola espinosa. Se suele atrapar en las planicies de las provincias de Punyab y Sind cuando sale de su madriguera para tomar el sol.

Peligro para la especie

Al levantarse el día, Muhamad Nasir, de 25 años, coloca lazos fabricados con hilo de pesca en el árido altiplano alrededor del pueblo de Adiala, unos 20 km al sur de Islamabad. Una hora después ya ha capturado una decena de lagartos.

"Partimos la espalda de los lagartos después de atraparlos", explica Nasir, la cuarta generación de su familia en seguir la tradición.

"Hacemos esto para asegurarnos que no se escapan, porque este animal se desplaza a la velocidad del rayo", asegura.

"A veces duele cazar lagartos y negarles el derecho de vivir en su hábitat natural, pero así es como nos ganamos la vida", continúa.

Foto: Farooq Naeem / AFP

En Pakistán, la presión social obliga a tener una familia amplia y la infertilidad está muy estigmatizada. Como la viagra es ilegal, este supuesto remedio a la impotencia goza de popularidad.

Pero Ahmad Shahab, un médico de Islamabad, critica esta práctica que, en su opinión, aprovecha la ingenuidad de la gente en un país conservador donde la sexualidad es tabú.

"Es una estupidez absoluta. No hay nada de verdad", asegura. "Tenemos que cambiar la mentalidad de la gente y educarla", afirma.

Investigador del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), Jamshed Igbal Chaudry advierte además de los peligros para esta especie "vulnerable".

"La sobrexplotación de lagartos los conducirá al borde de la extinción", dice.

"Un gran deseo humano"

Yasir, el vendedor, reconoce que ha sido arrestado "varias veces" por agentes de protección de la fauna. Pero después de pagar multas de diez mil rupias (unos 35 dólares) ha podido retomar la actividad.

Corta la espina dorsal del lagarto y hace fundir la grasa que sale de su barriga. La mezcla luego se infusiona con azafrán, asegura él.

Sin embargo, dado el desorbitado precio del azafrán y el bajo coste de sus frascos, que vende a entre 600 y mil 200 rupias (2-4 dólares), parece improbable que realmente emplee esta especia.

El vendedor asegura que el bálsamo también actúa contra los dolores articulares, lumbares, la ciática o la pérdida de cabello.

"Tengo clientes regulares de Arabia Saudita, de Dubai, Sharjah, Malasia y varios países árabes", dice orgulloso.

Muhamad Azam, de 65 años, no está convencido. "No es más que una actividad fraudulenta", asegura. "He utilizado este medicamento, pero lo encontré inútil. Está lleno de microbios y bacterias".

Pero Muhamad Rafiq, compañero de actividad de Yasir, defiende que otros lo usan para "satisfacer a sus mujeres y tener niños". Y eso, en su opinión, "es un gran deseo humano, es innegable".

AFP

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