Sábado 08 de febrero de 2025
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IN PALMAREJO VERITAS… Ha sido una resaca antológica, un viaje espléndido hacia nuestras íntimas Ítacas

Apenas comenzamos de nuevo, con una maravillosa señora Mery despidiendo desde su justo Partenón a todas las miserias que reportan…

IN PALMAREJO VERITAS… Ha sido una resaca antológica, un viaje espléndido hacia nuestras íntimas Ítacas
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Apenas comenzamos de nuevo, con una maravillosa señora Mery despidiendo desde su justo Partenón a todas las miserias que reportan la memoria y sus dislates.

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Ella, nuestra hermosísima dulce matrona helena, con su gato angora aún atravesado en la garganta, dándonos la nueva bienvenida a todo ese tropel de locos fantasmas que desfilamos, el pasado sábado 9 de septiembre, por ese espacio donde las alucinaciones gregarias alcanzaban el rigor maestro de las notas del trío Evil Blues, esta propuesta sui géneris de la ciudad sonada con atemperado tono por Gabriel Torres, con su guitarra bioética; Mauro Pérez acompasado y con superior dominio de la travesía trasatlántica y el bajo de Juan Ordóñez conectado con el Olimpo de nuestro inolvidable bar, rebosante de aullantes seres danzantes cual antiguos faros enceguecidos por la bruma del lago contiguo.
Volutas de memoria recogían en esa puerta custodiada por la mismísima santa patrona la Chinita un tropel de recuerdos ensorbecidos como caballos salvajes.

El solo hecho de saludar al barman, José Castellanos, el Cheo Gritón, comediante estelar del gran Teatro de la Concitación, hombre náufrago por la plebe, dado por perdido hace ya algunas cuantas nuevas invasiones de piratas, sugirió que la velada iría teñida de cierto efluvio borgeano: memoria extendida ad libitum.
María Bencomo y Gustavo Sosa, el Chicho y María, me recogieron en mi casa de La Pastora en la vespertina sabatina. Rumbo a la esquina de la Colón con Carabobo, confesé mi sueño temprano, durante el coma de la siesta.

Soñé que, desde el cielo, desde el lugar que Eric Clapton llenó de lágrimas por la tragedia de su pequeño con aquella canción tan jodidamente triste, mi madre, también bioética y un tris bruja, con quien solía escuchar la canción de trenzas, había coadyuvado en la realización de una ceremonia increíble donde todos danzábamos poseídos por los riffs de Gabriel con sus cómplices perfectos.

Soñé -les contaba y les cuento- que estábamos congregados muy felices, desde Pepe el Pollero hasta Orlando Atique, desde Juan Mendoza al poeta Iván Trejo, desde Kamala a Mariemma Mateo, desde Ramón Urdaneta a Rodolfo Argüello, desde Havid Sánchez a Juan Belmonte Guzmán…Coño…!

Tanta gente lúcida y fecunda y jodedora y con ese humor tan resudado. Muchas notables ciudades sufren de calor, pero aquí no, en Palmarex, no, nunca. Porque el calor es el ingrediente principal de la pasión y quienes formamos parte de ese telón de seres que han construido la historia del glorioso legendario bar de Mery, sus corderitos siempre tan estimuladitos (y verga), los adictos al chupado intenso del hueso de la vida en Maracaibo, éramos “tuiticos y tuiticas” ese sueño condensado del que podría pasar el resto de mi concupiscencia hablándoles.

A ver si puedo evocar todo ese desfile de rostros palmarejinistas-cafevoltaireistas (ídem, y verga) que abracé y besé y sacudí ese día. Unos mucho más zombilis que otros: Romer Urdaneta, Anita Torres, el Pis, Luz Labat, Nereyda Pérez, Bardesantas, Alejandro Escalona, Énder Colina, Nerio Quintero, Ricardo Reyes, Omar Patiño, Enrique Colina, los bienamados colegas de Gente de la Mañana, David Acosta, Javier Socorro, Marisol Colina, Mayén Martínez, Ramón Brito, Carlos Ramos, Francisco Vásquez, Douglas Soto, Ramón Bazó, Eduardo Despreciable, el Pregonero y el Hada insigne, también mi compinche Ilya Izaguirre, el carnal Maikol Troconis, la negrita que siempre nos atendía y a quien ninguno quería jamás echarle carro, los amigos invisibles de Uslar Pietri y los que ahora la memoria encaleta por ser ya jueves 13 y haber estado pendiente de otras muchas vainas grandiosas que están ocurriendo en esta ciudad portuaria y que, por naturaleza, irán concitándose ahí, en ese, nuestro Bar de los Vergajazos, nuestro Palma siempre hasta el ciezo de pupilas brillantes y cerebros batidos en gallarda lúdica lid contra todas esas nuevas ñoñas de la IA…

Ahora que lo veo un tiempo después del sábado pienso que esa velada de reinauguración será irrepetible per saecula saeculorum. No porque no volverá el local a llenarse y se les volverán a agotar las birras en menos de tres horas, etcétera, sino porque tanto fantasma junto, vivos y de los otros, jamás sucederá de nuevo.

En mi sueño desaforado que contaba a mis panas, las dos, Mery y María Augusta, se encuentran y saludan como si se conocieran de toda la vida y la hermosa griega le dice a la hermosa gocha, ambas muertas de la risa: “Él llegaba y me besaba y decía “¡mía bíra parakaló!”… Entonces yo le susurraba a su oído izquierdo: vaya al baño y límpiese la mejilla. Y él iba y regresaba igualito, jajaja…”.

Cuando vuelva a entrar a nuestro templo pagano del centro, tan digno de estas lágrimas por Román Chalbaud (quien hizo de los bares una estética criolla), continuaré fluyendo y floreciendo, retoñando, en el sueño constante de haberme vivido y bebido la vida sin ambages ni medias tintas. Presiento que no serán los manifiestos Dadá de Tzara o Ball los que leeremos únicamente, sino también los de Bukowski y los de César Chirinos, los de Jiménez Emán y los de Rafael Cadenas, por cuyo Premio Noble de Literatura aprovecho ahora el cierre de esta nota borracha para iniciar una prolija oración en Cadenas…Nos vemos en Palmarejo, cuerda de fantasmas muy tán tán tán míos de mí…

¡Salud!

(Alexis Blanco)

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