La prostitución dicen, con sobrados argumentos, es el oficio mas antiguo del mundo. Vender y comprar placer estaría entre los primeros negocios del hombre. De ofrecer caricias y comercializar amor se llegó a los prostíbulos, garitos, zonas de tolerancia. La mujer se convirtió en una mercancía y el negocio de la explotación sexual cayó en manos de mafias. Mucha agua ha corrido bajos los puentes en la historia, años de barbarie, lugares donde los derechos de las personas no valen nada. En algunas partes han mejorado las leyes y los sistemas para proteger a la mujer, sin embargo, todavía existe la esclavitud con fines sexuales.
Panorama nos presenta en edición de marzo de 1966 una noticia que escandalizó la ciudad: En Ciudad Ojeda, calle N, se detectó un centro de trata de personas con fines sexuales.
Las jóvenes: Nora Araujo, María del Carmen Marquina de Hernández, Olinda Núñez Devis, Elia Josefina Hernández y Lucía Cándida Guducci Torres fueron rescatadas por la policía.
Como proxenetas fueron acusados: José de Jesús Meléndez y Aurora Roa de Díaz.
La IA Luzia define proxeneta de la siguiente manera: es el término en español para "pimps". Se refiere a individuos que controlan y obtienen beneficios de la prostitución de otras personas.
Según se informa en internet: Algunos países donde la prostitución es legal o se permite en ciertas formas incluyen Países Bajos, Alemania, Nueva Zelanda y partes de Australia.
Una nota subida de tono
Tal y como ahora se promocionan las películas con contenido de sexo explícito bajo el eufemismo de "subidas de tono", podemos imaginar que este reportaje de Heberto Camacho debió encender las críticas, no solamente por el tema bastante atrevido, si no también por las fotografías donde las jóvenes muestras mas de la cuenta.
Los teléfonos en la redacción de Panorama para esa época no dejaría de repicar con llamadas del mismísimo episcopado reclamando por las fotos.
Un cuento de Camacho
Quien escribe conoció, trató y trabajo a su lado al Maestro Heberto Camacho quien en una oportunidad conversando sobre la iglesia y su férrea censura con el sexo me contó:
"Aquí hubo un cura que censuraba todas las películas. Le echaban tijera a las cintas donde las escenas presentaran mas allá de un beso. Una vez solicitaron a un operador de proyectores. El muchacho fue y mostró sus conocimientos. Lo llevaron a un cuarto secreto y le pusieron en sus manos todos los recortes de las cintas censuradas.
- – Tome, háganos una película con esto para verla nosostros.
JC