"El Príncipe de Gales se complace en anunciar el compromiso del príncipe Guilermo con la señorita Catherine Middleton. La boda tendrá lugar en la primavera o el verano de 2011 en Londres". Así informó Clarence House, la secretaría que se encargaba de la comunicación del entonces príncipe Carlos y sus dos hijos, que el príncipe Guillermo se casaba (por fin) con Kate Middleton.
Una esperadísima boda real que llegó el 29 de abril de 2011. El enlace se celebró en la abadía de Westminster y fue catalogada como la boda del siglo. En ella se pudo ver al príncipe Guillermo, engalanado con el uniforme de oficial de la Guardia Irlandesa, llegando desde Clarence House y acompañado de su padrino, el príncipe Harry, que años después confesaría en su libro de memorias que el novio apestaba a ron.
Por su parte, Kate Middleton llegó a la abadía acompañada de su padre, Michael Middleton, y desde el hotel Goring. Después de la ceremonia, y el tradicional recorrido en coche de caballos, la reina Isabel II organizó una recepción en el palacio de Buckingham de 650 personas escogidas de entre los mil 900 invitados que habían acudido a la ceremonia.
El listado de royals asistentes al evento era impresionante. Allí se pudo ver a la reina Margarita II de Dinamarca; el rey Harald de Noruega y su esposa, la reina Sonia; el rey Constantino y la reina Ana María de Grecia junto a otros miembros de la familia real griega, como la siempre deslumbrante Marie-Chantal Miller; y, por supuesto, hubo representación española: Letizia y Felipe en calidad de príncipes de Asturias y la reina Sofía.
Todos ellos tuvieron que esperar para almorzar a que terminara la sesión de fotos oficial y, después, a que la nueva pareja apareciera en el balcón del Palacio de Buckingham, donde se dieron un beso que quedó filmado para la posteridad. Por supuesto, también hubo recepción nocturna en Buckingham, esta vez a cargo del entonces príncipe Carlos. Y hasta ahí la historia oficial: por fin Kate y Guillermo estaban casados. Pero esta boda no fue el cuento de hadas que se vio en la televisión, por lo menos, para la novia.
La intrahistoria de la boda de Kate Middleton
Cada pequeño detalle de la ceremonia fue una auténtica batalla de Kate Middleton contra el mundo porque ella misma decidió prescindir de los servicios de un organizador de bodas y encargarse de todo.
Además de los mil detalles a los que debía estar atenta para no fracasar en su día más importante, Kate Middleton trabajaba con la presión de los medios en su contra. Porque si alguien pensó por un momento que el anuncio del compromiso calmaría la persecución a la que la joven estaba sometida por la prensa, se equivocó. De hecho, se produjo el efecto contrario, llegó la katemanía.
Nadie sabía a ciencia cierta cuándo comenzaron a ser pareja Guillermo y Kate, pero cuando fueron pillados juntos en las pistas de la estación de esquí suiza de Klosters en marzo de 2004, comenzó la cacería de la joven castaña que sonreía al Príncipe. Desde ese momento, Kate Middleton ya no volvería a conocer la paz.
El hecho de ser plebeya y que su madre tuviera unos orígenes especialmente humildes la convirtieron en presa fácil para cierto tipo de prensa. Se dice que la reina Isabel II tampoco se fiaba de su relación porque a su juicio la joven de su nieto no parecía tener ni oficio ni beneficio. Pero tras comprobar año tras año cómo Kate soportaba estoica el envite de los medios que la atosigaban a la puerta de su casa sin hacer ni una sola declaración, se ganó el corazón de la Reina.
En diciembre de 2006, se concedió a Kate Middleton el "honor" de permitir que acudiera a la ceremonia de graduación del príncipe Guillermo de la Academia Militar de Sandhurst. Era la primera vez que la joven asistía a un evento público de perfil alto en el que coincidía con la Reina y el resto de la familia real. También fue el momento en el se intensificaron los rumores de que se iban a casar.
Ese evento, además, sirvió para generar un nuevo temor en la vida de Kate que tendría reflejo el mismo día de su boda. Una cadena de televisión contrató a un experto en lectura de labios que la pilló diciendo lo "sexy" que se veía su novio con el uniforme militar. Un comentario más que se usó para ridiculizarla y con el que se obsesionó. Por su culpa Kate Middleton se obsesionó con mostrarse impertérrita en su boda mientras perdía el sueño pensando que algún micrófono captara el sonido de sus tripas vacías: para entonces el estrés y la ansiedad le impedían comer con normalidad.
A pesar de los miedos y las malas experiencias del pasado, Kate Middleton trabajó duro para conseguir que todo saliera perfecto. Por ejemplo, se reunió de forma secreta con editores de moda para consultarles las tendencias y tradiciones británicas de la moda nupcial. Aprendió bien la lección, tomó su decisión y, lo que fue aún más importante, supo blindarla al público.
48 horas antes del día de la boda, no se había filtrado ni un solo detalle del vestido nupcial. La prensa especulaba entre dos opciones, que lo hiciera Sarah Burton, directora creativa de Alexander McQueen, o que Kate se dejara llevar por la nostalgia y hubiera escogido al diseñador de alta costura británico favorito de Diana de Gales, Bruce Oldfield. Al final ganó la opción de Alexander McQueen, aunque no fue fácil que nadie se enterara.
Para guardar el secreto la familia Middleton amenazó con denunciar a los medios por el acoso al que estaban sometidos. De hecho, durante unos días el favorito para el diseño del vestido de boda real fue Bruce Oldfield, simplemente porque los paparazzi que perseguían a diario a Carole Middleton y su hija Pippa las fotografiaron entrando en su tienda. Días más tarde la candidata fue la diseñadora royal Alice Temperley porque madre e hija habían visitado su boutique. Un sinvivir.
La normas que se saltó Kate Middleton el día de su boda
No fue el único frente abierto para la novia. Contra los deseos de la reina Isabel y tras algún encontronazo con la familia real y sus tradiciones Kate Middleton se empeñó en dos detalles estéticos que desconcertaron a la soberana: llevar el pelo suelto y maquillarse ella misma.
Lo del cabello, por increíble que parezca, rompía una tradición de 350 años de moños y recogidos nupciales royal. "Fuentes reales me dicen que la realeza le indicó muy claramente a Kate que preferirían que ella usara su cabello recogido para esta ocasión tan especial", explica la especialista en la casa real británica Ashley Pearson en el documental William & Kate: the journey.
Lo de maquillarse ella misma a los Windsor les parecía extrañísimo. Pero Kate no dio su brazo a torcer y lo logró, eso sí, tras recibir asesoramiento profesional. La maquilladora de Bobbi Brown, Hannah Martin, fue la encargada de enseñarle cómo hacer el maquillaje que luciría el día de su boda, ahumado de ojos incluido.
Con la manicura, en cambio, no hubo enfrentamiento entre Middleton y los Windsor: se la pagó Camilla Parker Bowles en el salón Jo Hansford de Marina Sandoval y se realizó en colores del completo agrado de la reina Isabel II y cien por ciento protocolarios.
Aunque el mayor disgusto estuvo a punto de dárselo el propio anillo de boda. Por mucho que la prensa publicara que Kate Middleton se había entregado a la dieta Dukan para perder peso, la realidad es que la novia estaba adelgazando por culpa del estrés.
Tantos kilos perdió que hubo un punto en el que la alianza de Wartsk se le caía de los dedos. Kate Middleton la mandó ajustar para evitarse el bochorno de perderla el mismo día de su boda, pero ante las cámaras se encontraron con otro problema: el anillo no encajó en el dedo de la novia a la primera.
Un pequeño detalle que distrajo de otro más importante: cambió sus votos matrimoniales, como en su día hizo Diana de Gales, y en contra de la tradición de su familia política. Prometió a su marido amarlo, honrarlo y protegerlo, pero no obedecerlo.
Mujer Hoy