El sueño de la consagración y ser los mejores del planeta no es cualquier cosa. Pregúntenles a los argentinos, quienes esperaron su momento y conquistaron a ritmo de arrabal y tango el máximo cetro del futbol mundial.
Por eso, el triunfo sobre nuestro némesis peloteril y caribeño en la primera aparición de Venezuela en el Clásico Mundial de Beisbol 2023, supo a sabroso desquite y nos regaló -a los venezolanos-, la certeza de soñar en ser los mejores jugadores de pelota de la bolita del mundo.
El equipo es de ensueño; tenemos a un José Altuve, a un Luis Arráez. Tenemos un Miguel Cabrera, junto a Eduardo Escobar, Andrés Giménez, Luis Rengifo, Hernán Pérez, Eugenio Suárez y Gleyber Torres. Róbinson Chirinos, Omar Narváez y el aguilucho Salvador Pérez también están y son los receptores. Los campos, llamados jardines derecho, central e izquierdo, están patrullados por Ronald Acuña Jr., David Peralta y Anthony Santander.
Entre lanzadores zurdos y derechos figuran las estrellas; como si los recién nombrados no lo fueran, José Alvarado, Silvino Bracho, Endrys Briceño, Máximo Castillo, Jhoulys Chacín, Enmanuel de Jesús, Jhonathan Díaz, Luis García, Norwith Gudino, Carlos Hernández, Darwinson Hernández, Elieser Hernández, Pablo López, Jesús Luzardo, Andrés Machado, Martín Pérez, José Quijada, Eduardo Rodríguez, José Ruiz, Anthony Vizcaya y Ángel Zerpa.
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Estos muchachos no son un símbolo abstracto. Estos chicos llegaron para celebrar a un país unido al espíritu del Yo sí Voy a mi Vinotinto Peloteril. Porque lo que se respira en el dogout de nuestro equipo conmueve e invita a colocar el banderín en la ventana de la casa o apartamento, o en la ventanilla del carro o microbús.
Ahora es el deporte rey de Venezuela, ahora la bandera mundialista no es albiceleste y tampoco canarinha. Ahora la bandera es amarilla, azul y roja con caballo blanco encabritado, ocho estrellas libertarias y sin duda, jonroneras
Juan Carlos Guillén