Varias son las voces que se han escuchado dando su voto de confianza a las cualidades curativas que demuestra la música. Y es que se va descubriendo que sus efectos sobre nuestro organismo son mucho mayores de lo que hasta ahora se pensaba.
Son muchas las recomendaciones que se suelen hacer para atacar el estrés y otros padecimientos causados por la presión, o la depresión, y otros más a los que nos vemos expuestos diariamente todos los seres que de uno u otro modo vivimos en las ruidosas ciudades actuales.
En la mesa de noche de sus dormitorios, en las gavetas de los escritorios de sus oficinas o en los maletines, tanto los ejecutivos de empresas como los hombres de negocios, corredores de seguros,
secretarias, académicos, artistas y deportistas, entre otros, mantienen recetas en las que se prescriben medicinas de todo tipo con sus respectivas indicaciones para atemperar los efectos mortificantes que generan el estrés y otras anomalías psicosomática, pociones hechas con hierbas naturales aromáticas, elixires extraídos de néctares exóticos, medicamentos sistémicos, sustancias alopáticas, potenciadores energéticos, folletos para la meditación trascendental, técnicas para la relajación, libros tántricos, son apenas algunas de las tantas alternativas que conforman la parafernalia anti estrés que circula con profusión en el mercado con el fin de atrapar a las víctimas que caen presas de uno de los mayores padecimientos urbanos.
Dentro de toda esa variopinta gama de productos existen algunos que surten efectos verdaderos y ayudan incluso a atenuar la acción perversa del estrés. Sin embargo, hay otros que son sólo productos creados para atrapar incautos que se ven seducidos por persuasivos mensajes adornados por la publicidad comercial.
Lo que más llama la atención es que generalmente cuando se habla de recomendaciones o recetas para atacar el estrés, se excluye a menudo una de las soluciones más eficaces, económicas y fáciles de disfrutar. Se trata de la música, ese lenguaje universal compuesto por notas y compases que al ser articulados armónica generan sonidos de tan allá plasticidad que sólo el alma elevada de los seres sensibles logra percibir y disfrutar de manera plena.
Está más que demostrado que la música surte efectos positivos en las plantas, en el agua, en la
tierra y en los animales. Todo ser vivo expuesto a los acordes de unas notas surgidas de cualquier instrumento, bien sea de viento, de cuerda o de metal, siente cambios inmediatos en su estado de ánimo, en su temperamento y en su espíritu, por más que no se trate de alguien especialmente dotado de lo que los músicos profesionales llaman.
VIAJANDO EN UNA NOTA MUSICAL
El récipe más integral que un especialista puede prescribir para atacar el estrés debe incluir -aparte
de los medicamentos que fuesen necesarios- una dosis de música. Y es que la música se debe recomendar de la misma manera como al paciente se le dicta que tome sus tabletas o sus gotas de
valeriana a determinadas horas del día o de la noche.
Todos sabemos que para escuchar música no es necesario que un médico especializado nos lo prescriba, pues para ello no existen reglas específicas, hora, día, momento o lugar. Basta que el estado de ánimo nos empuje a ello y por iniciativa propia asumamos disfrutarla en el ambiente que
escojamos, como por ejemplo el de una estridente y sofocante discoteca, o bajo la atmósfera nicotinas de una barra, un bar o una taberna.
No obstante, no nos estamos refiriendo a ese tipo de disfrute, que a lo mejor puede tener efectos que conduzcan al alivio del estrés. Nos referimos a otro tipo de goce y disfrute, como es el de asumir la música como un acto sublime, solitario y personal, para que ella nos permita no solamente conjurar los efectos del estrés y otros males, sino también para que nos lleve a abrir un camino para encontrar nos con nosotros mismos, con nuestro yo agrietado a veces por el cansancio o por los problemas domésticos no resueltos, y hasta para despejar esos conflictos internos cargados de incógnitas que se mantienen dentro de nuestra mente como si tratara de una materia pendiente que no logramos superar, los cuales, por otra parte, no revelamos a nadie.
Para acceder a este modo de sentir la fruición de la música hay muchas maneras. No se requiere por supuesto de recetas complicadas, ni mucho menos de un manual con enrevesadas indicaciones. Sólo basta un elemento: usted y su disposición a entrar en uno de los mundos más elevados que ha creado el hombre.
Escoja primero un buen lugar dentro de su hogar para escuchar la música que más le agrada, haciendo previamente una selección de los estilos y composiciones que son de su interés. Un bolero o una balada pueden ser escogencias acertadas; un tango, algo de jazz con tonada de blue o una pieza de Mozart también serían perfectos. Lo esencial es que sean melodías que inciten al recuerdo amable y grato, que nos lleven a nuestros tiempos de juventud u otras épocas agradables de nuestras vidas, para que se despierten dentro de nosotros los rescoldos de todas las añoranzas sanas que se encuentran vivas en la memoria.
Lo primero que vamos a sentir es cómo nuestra piel se eriza por el recuerdo que llega; es lo que llaman algunos especialistas: cambios en la resistencia eléctrica de la piel que es, por cierto, uno de los efectos más importantes que ejerce la música en nosotros. Esto nos ofrece, sin que nos demos cuenta, un boleto para viajar en una nota musical, experiencia única si la asumimos dentro de nuestra propia soledad.
En ese trance en el que nos sumerge la música sentiremos cómo la nota de una melodía suave hace que disminuya en varios grados la temperatura de nuestro cuerpo; todo lo contrario, al efecto que genera la música alta o muy ruidosa, que puede llegar incluso a hacer aumentar en varios grados nuestra temperatura.
Asimismo, el tono y el sonido de la música que escuchamos pueden reducir o aumentar la tensión muscular, siendo así un buen sistema para lograr un poder curativo en procesos de dolores musculares. Los especialistas llaman a este proceso de audición de fragmentos musicales específicos, previamente seleccionados y comprobados, musicoterapia pasiva.