La tristeza continúa posada en los ventanales de la cultura zuliana y así de tan desoladora racha de infausta suerte, hemos sabido de la partida hacia el morado mundo del extraordinario y múltiple intelectual, promotor, gerente y escritor que fue Enrique Romero, quien escribió el Himno del Zulia, junto con su compañero de vida, también ya en el Olimpo de los Inmortales, Javier Rondón.
¿Como asumir este nuevo compromiso con el dolor de una ausencia irrepetible?
Muy temprano, este lunes 16, supimos de la muerte de Enrique Romero. Fue una larga batalla en la que afloraron sin duda las iluminaciones del gurú armenio, George Gurdjieff, a quien Enrique consideraba como su particular filósofo, místico y maestro espiritual. Junto con Javier y otros colegas pensadores, como el poeta Ramón Brito, el ensayista Miguel Ángel Campos y el poeta Elí Arrieta, conversó muchísimo acerca del también compositor y profesor de danza, Gurdjieff, quien enseñó que las personas no son conscientes de sí mismas y, por lo tanto, viven sus vidas en un estado de "sueño despierto" hipnótico, pero que es posible despertar a un estado superior de conciencia y servir a nuestro propósito como seres humanos. Esa práctica de su enseñanza, que se ha conocido como “El Trabajo”, encontró a Enrique como un lúcido militante espiritual.
Hace poco falleció también la escritora Elisa Lerner, muy leída y admirada por Enrique Romero, quien poseía un don exquisito que sólo sus íntimos y allegados conocieron: él podía imitar y registrar la otredad de cualquier ciudadano ilustre de la ciudad que ahora le llora. Desde la voz y el gesto de un Jesús Enrique Lossada (él protagonizó aquella película sobre el Rector Eterno de Luz, “Lossada Girasol”, que realizará Rafael Araujo Otero, con quien se habrá saludado ya en esa nueva estación inmensa); o los ademanes y la voz de Ángel Emiro Govea, aquel radiofónico “Guerrillero del Aire”; podía representar a Josefina Urdaneta o a Homero Montes, todas las voces y gestualidades concurrían a su galería bendita, eso sí, muy respetuosa y en panegírico.
El 25 de abril de 1947 nació en esta ciudad Enrique Romero, quien podía leer en alemán a Goethe y a todos los poetas del grupo Tormenta e Ímpetu. Cuando los Wenger y los D’ Empaire intentaron crear el Mozarteum de Maracaibo, ahí mismo estaba el culto, elegante y con porte de Clark Gable muchacho que adoró la inolvidable Clarita Tetzlaff, de la Asociación Cultural Humboldt. Enrique Romero era un duende polímata. “Sabía de todo”, recordaba Fernando Asián. Fue la mente brillante y virtuosa de Enrique quien creó el Museo Municipal de Artes Gráficas y fue ahí mismo donde recreó un proyecto de envergadura internacional, como lo fue la Bienal de Artes Gráficas en Miniatura.
Fueron Romero y Rondón quienes acompañaron a este periodista y hombre de teatro cuando se le ocurrió estrenar, en el Centro de Arte Lía Bermúdez, la comedia Lisístrata, de Aristófanes. Su voz, también a lo Gable, siempre se dirigía a mí como “Alexei”, y hasta solía imitar mis ademanes toscos y ordinarios. Era un ser muy generoso, quizás en consonancia con esa dama de noble alcurnia que le almaba. Fue desde esa condición notable que escribió un libro indispensable, publicado en 1982, llamado Mujeres en Maracaibo, donde enfocó el estilo sociocultural de una ciudad tan vanguardista como conservadora, una urbe bipolar para la que también recreó una pieza insoslayable, como lo es. Mujeres en Maracaibo (1982), es una profunda reflexión sobre la sociedad y la cultura de la ciudad, mientras que su participación en la antología Frisos de Maracaibo (1982) consolidó su lugar en la historia literaria del Zulia.
Cuando ganó, en 1992, el Premio Regional de Literatura Jesús Enrique Lossada, en la mención de cuento, celebramos junto con él en aquella gloriosa casa en Los Haticos donde Enrique solía dialogar con los astros.
De los muy célebres 82 Consejos de Gurdjieff Enrique prefería desarrollar estos que ahora cumple al marcharse: Termina siempre lo que comenzaste; haz lo que estás haciendo lo mejor posible; jamás te encadenes a nada que a la larga te destruya y desarrolla tu generosidad sin testigos. Pueden buscarlos y leerlos junto con él, en público. Incluso, podríamos leer los Encuentros con Hombres Notables para comprender también la dimensión del alma y del espíritu de nuestro bienamado Enrique Romero: cera serie en cinco libros: "No me encontraba solo. Había entre nosotros, toda clase de especialistas. Cada uno estudiaba según los métodos de su ciencia particular. Después de lo
cual, al reunimos, nos participábamos los resultados obtenidos”. Un Buscador de la Verdad. Justo eso era Enrique Romero. Justo eso lo convierte en inmortal. Buen viaje…
Oración Memoria Silencio…
Descansa en Paz, mi noble amigo…Ay Ay Ay…
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Alexis Blanco/Noticia al Día