Cuando se siente alegre luce unos anteojos oscuros de sol marca Ray Ban. Los lentes estuvieron
guardados un año y tantos meses. Andaba en otro ánimo, piensa y sonríe. Va a visitar a su hijo que
habita en otro barrio de la ciudad.
Sentado en la butaca del ómnibus 103. Hace un travelling de noche americana a la vida callejera de la tarde del martes.
Llega al edificio, el portero ya lo conoce. Le abre la puerta de vidrio que da acceso a los apartamentos. Ahora es amable. Durante el invierno era implacable, timbraba el intercomunicador y no podía entrar hasta que su hijo le abría.
A veces la espera fría era larga. A los ojos del cuidador, era un inmigrante más. Recorre un pasillo
largo y aséptico como todo pasillo de construcción nueva y con aspiraciones.
Su hijo lo espera en el quicio de la entrada a su hogar. Lo saluda con un beso cariñoso estilo uruguayo. No siquiera nota los lentes negros que lleva su padre. He vuelto a ponerme los tapasol, son como los que usa Jack Nickolson, expresa el viejo porque otra vez estoy contento.
El muchacho sonríe, lo abraza cálidamente y lo invita a pasar a su vivienda.
Alejandro Vásquez