Los wayúus (guajiros) son un grupo de lengua arawaca que habita en la
península de La Guajira, que actualmente pertenece a las repúblicas de
Venezuela y Colombia. Pese a sufrir una transformación en su economía tradicional que originó cambios en su organización social y su cultura, La Guajira se niega a olvidar y reemplazar sus elementos culturales
A partir del siglo XVI, con la llegada de los europeos, para estos indígenas comenzó
una larga etapa de inestabilidad y de cambios. La introducción de la ganadería y de otros elementos tecno-económicos transformaron su economía tradicional y se originó una serie de
cambios en la organización social y otros aspectos de su cultura. Sin embargo se niega a olvidar y reemplazar sus elementos culturales.
Como todo pueblo, tiene su propia cultura y creencia. El pueblo wayúu es muy rico en las narraciones que van más allá de la realidad y lo sagrado. Mantiene viva la tradición de sus velorios, entierros con su forma y creencias y aquí desglosamos aspectos que desde la Alta Guajira nos dieron a conocer algunos wayúus y alijunas.
Para ellos el ekíraa (velorio) es una fiesta "que los muertos hacen para los vivos", y "un agasajo que los vivos ofrecen a los muertos". Consiste en sacrificar o invertir, en honor del muerto, una parte de sus bienes para "dar solemnidad a las exequias y realzar su memoria".
Alberta Zucchi, antropóloga, arqueóloga italo-venezolana, profesora jubilada de la Universidad Central de Venezuela e investigadora científica, recoge en un trabajo publicado en las redes sociales sobre la vigencia de la tradición de este grupo indígena, que la ceremonia tiene un doble significado, y el primero de los cuales es "humano", ya que consiste en el consumo de los animales que pertenecían al difunto y fueron repartidos entre los invitados, y el segundo, en cambio, es "trascendental", porque está basado en la creencia en el más allá y está determinado por una segunda transformación.
Dos muertes dos velorios
En sus costumbres la gente prácticamente muere dos veces, la primera es la muerte terrenal, cuando el alma se separa del cuerpo y se va a descansar a Jepira y la noticia del fallecimiento llega a los familiares y allegados por el voz a voz de los caminantes de una ranchería a otra.
La primera muerte es aquella donde el alma abandona el cuerpo y la segunda sería la muerte simbólica, momento en el cual parte al cosmos, donde Ma’leiwa (ser creador) decidirá si debe volver a la Tierra pero en forma de animal o planta.
Por ello se practican dos entierros o velorios, el primero cuando la persona fallece y el segundo después de diez o quince años de haber fallecido.
La señal de los tiros al aire
Reseña la antropóloga que una vez concluido el velorio, la urna se coloca en el suelo para que todos
los niños puedan pasar (saltar) dos veces sobre ella y luego, uno de los familiares dispara un tiro al aire que señala la partida del difunto de su casa.
La urna se levanta y el cortejo fúnebre inicia el viaje hacia el cementerio. Una vez allí, el ataúd se coloca sobre dos troncos y el jefe de la ceremonia hace otro disparo al aire para anunciar a los espíritus que allí reside un nuevo huésped.
Varios días de velorio y una comelona
Llega un momento en que se sacrifican animales y se encienden los fogones donde se cocinará la comida, y una vez concluida esta operación, el ataúd se coloca en la tumba y el velorio puede prolongarse durante varios días.
Al transcurrir los años, después de este primer entierro, los restos se exhuman y se convierten en el centro de una nueva ceremonia llena de llantos.
El rito al detalle
Cuando un wayúu muere, es vestido con su mejor traje y adornado con sus joyas y objetos más queridos. Es envuelto en una tela llamada shein y acostado en una hamaca en el centro de la ranchería.
Durante el velorio, las mujeres cubren sus rostros con sus mantos y se alternan para llorar al muerto con un quejido largo y triste. Además, los familiares del muerto sacrifican varias cabezas de ganado y preparan la carne, que es consumida con tragos de licor por los mayores que asisten al velorio. Es de aclarar que los familiares del difunto no consumen estos alimentos durante el velorio.
Luego de tres días el cadáver debe ser cubierto con una piel de res fresca para
evitar que huela mal; sus parientes llevan al difunto, quien es enterrado con algunas
de sus pertenencias, como, por ejemplo, su ropa y el chinchorro donde murió.
Es común escuchar entre los pobladores de La Guajira, que para el wayúu lo más importante es su velorio y que incluso todo lo que trabaja durante su vida es para este ritual.
Acaecido el óbito de una persona, se lleva a cabo un primer ritual funerario, alapajaa (o velorio propiamente dicho), reunión en la cual el llanto, la repartición de alimentos y bebidas se incorporan como elementos del velorio y el entierro. Durante esta celebración, se considera que los asistentes deben consumir todos los animales que pertenecían al difunto para que así renazcan con él en Jepira, donde constituirán su sustento; adicionalmente, los parientes depositan al lado de la urna “provisiones alimenticias” para el viaje que se emprende hacia la otra vida.
Pasados unos años de este primer entierro, los restos del muerto son desenterrados
al amanecer y una mujer limpia los huesos, que son introducidos en una vasija de barro. Quien sacó los huesos debe lavarse muy bien las manos y durante tres días no puede tomar los alimentos con sus propias manos, sino que debe ser ayudada por otras personas para poder consumirlos.
La vasija de barro donde se encuentran los restos es colocada en una hamaca, para
ser velados nuevamente. Luego de este segundo velorio se entierran los restos en
Jepira, un lugar montañoso y desértico ubicado en el Cabo de la Vela, al noroeste de la
península.
Es posible que el espíritu del muerto le haga algo a la mujer que tocó los restos. Entonces, las siguientes dos noches ella debe reposar en un chinchorro angosto, rodeada de parientes, quienes cantan y tocan la tambora con el fin de no dejarla dormir, pues si lo hace el espíritu puede subírsele al chinchorro.
La tradición se mantiene por ser parte importante de la cosmogonía guajira.
Noticia al Día / Javier Sánchez / Patrimonio Cultural Venezolano IAM