Jueves 21 de noviembre de 2024
Ciencia

LA SALUD AMENA: No fue Finlay, sino un francés que vivió en Cumaná quien halló al culpable de la fiebre amarilla (Vinicio Díaz Añez)

Siempre se ha dicho que Carlos Juan Finlay, el aristocrático médico cubano, fue quien descubrió que el mosquito llamado Aedes…

LA SALUD AMENA: No fue Finlay, sino un francés que vivió en Cumaná quien halló al culpable de la fiebre amarilla (Vinicio Díaz Añez)
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Siempre se ha dicho que Carlos Juan Finlay, el aristocrático médico cubano, fue quien descubrió que el mosquito llamado Aedes Aegypti es el sigiloso causante de la fiebre amarilla. Lo que nunca se ha dicho, o se omite, es que un médico francés que vivió muchos años en Venezuela hizo el mismo descubrimiento, pero treinta años antes.

Ese médico se llamó Louis Daniel Beauperthuy Desbonnes y, por esas incomprensibles paradojas que suelen marcar injustamente las vidas de algunas personas, ha quedado fuera de la historia como el verdadero protagonista de un descubrimiento de gran relevancia para la humanidad.

Desde un modesto laboratorio que instaló en una casa solariega que alquiló en Cumaná en 1838, donde disponía de un microscopio acromático, el curioso y abnegado investigador de origen francés pudo demostrar que el insidioso mosquito era el responsable directo de la fiebre amarilla y de las innumerables muertes que todos los años asolaba a nuestro país la mencionada enfermedad.

Louis Daniel Beauperthuy Desbonnes nació el 26 de agosto 1807 en Basse Terre, isla de Guadalupe, cuando ésta era una posesión francesa, y murió el 3 de septiembre de 1871 en Caracas. En 1837 se había graduado de médico en la Universidad de Paris y al año siguiente fue enviado como viajero naturalista del Museo de Historia Natural de París a Venezuela. Llegó por Cumaná y de allí pasó a Maturín, donde realizó numerosos estudios que nada tenían que ver los mosquitos, pues se ocupó de indagar sobre los minerales, flora y fauna de la región y esa información que iba recopilando la enviaba al mencionado museo de su país.

Una vez que se vence su contrato en 1840, y ya seducido por la naturaleza del oriente del país, Louis Daniel Beauperthuy decide radicase de manera definitiva en Cumaná. Cuatro años después termina de revalidar su título en la Universidad Central de Venezuela, lo que le permite ejercer la medicina y dedicarse a la investigación científica. Desde sus primeros años en las selvas de Cumaná, a Beauperthuy le llamó la atención los enfermos de las entonces llamadas fiebres miasmáticas. Tan pronto recibió la revalidación de su título, comenzó a analizar el origen de la fiebre amarilla hasta que precisó que ella no era producida de la absorción pulmonar y cutánea, que eran las dos causas que en ese tiempo solían asomarse como causas probables.

Durante la epidemia de fiebre amarilla que diezmó a Cumaná en 1853, a Beauperthuy le encargaron la tarea de hacer un seguimiento a la etiología, el contagio y el tratamiento de la fiebre amarilla. Los resultados que obtiene quedan reflejados en un informe publicado en mayo de 1854 en la Gaceta Oficial de Cumaná, en los cuales asegura enfáticamente que la enfermedad "era provocada por un virus vegeto-animal procedente de las materias en putrefacción, el cual era introducido en los cuerpos de las víctimas humanas, mediante los mosquitos". (1)

“Los agentes de esta infección – indica en el informe de marras – presentan un gran número de variedades que no son todas perjudiciales en el mismo grado. La variedad zancudo bobo, de patas rayadas de blanco, en cierto modo la especie doméstica, es la más corriente y su picadura es inofensiva, comparativamente a la de otras especies." (2)

En sus observaciones microscópicas había apreciado que el sulfato de quinina, el arseniato de potasio y el jugo de limón paralizaban los movimientos de los mosquitos y, tomando esto como base, aplicó una terapéutica a 392 casos de los cuales apenas siete murieron. Igualmente observó que la enfermedad atacaba generalmente una sola vez al mismo individuo y aseguraba "que ello se debe probablemente a que el material séptico que introducía el tipulario modificaba la sangre, contribuyendo a disminuir la virulencia del fluido contagioso." (3)

No se sabe a ciencia cierta qué factores impidieron que este maravilloso descubrimiento no fuera reconocido como tal en su oportunidad por la comunidad científica de la época. Se tienen referencias de que en 1856 el propio Beauperthuy escribió una carta a uno de sus maestros en Francia autorizándolo a presentar ante la Academia de Ciencias de París los resultados de los estudios que había realizado.

Los resultados en efecto fueron presentados y sometidos a la consideración de una comisión de la mencionada academia, sin embargo, los miembros de la misma aparentemente no le dieron mayor interés a un médico que vivía en la apartada América, donde la medicina no "estaba desarrollada", por lo que perdieron la oportunidad de acercarse al problema de la fiebre amarilla casi 30 años antes de que Finlay se atribuyera la autoría del descubrimiento.

En 1855, dos años después de que Beauperthuy descubriera que el mosquito patas blancas transmite la fiebre amarilla, Finlay apenas concluía sus estudios de medicina en el Jefferson Medical College de Filadelfia, y dos años más tarde lo revalidaría en la Universidad de La Habana para poder ejercer la profesión en el país antillano.

Carlos Juan Finlay era un cubano de ascendencia inglesa, hijo de unos opulentos latifundistas que fueron propietarios de grandes plantíos de café y caña de azúcar. Una vez que pudo ejercer la medicina legalmente en su país se ocupó de estudiar acuciosamente las fiebres miasmáticas que diezmaban a los trabajadores que laboraron en las haciendas de su familia. En 1881 Carlos Juan Finlay llegó a la conclusión de que la fiebre amarilla se transmitía de una a otra persona mediante el zancudo patas blancas. Esto lo hizo sin hacer referencia a las obras de Beauperthuy, pero llegó a la misma conclusión a la que arribó el médico francés. Los resultados de su investigación los presentó en varias oportunidades en los institutos de investigación de varios países europeos, no obstante, le resultó fácil convencer a la comunidad científica, sobre todo la de Estados Unidos, donde fue vilipendiado y objeto de burlas.

En 1884, otro cubano, llamado Luis Perna, a la sazón médico cirujano del Centro Médico de Cienfuegos, llevó a la comunidad médica de Cuba el planteamiento sobre la original idea que al respecto que había planteado Beauperthuy treinta años atrás. Incluso, el mismo médico hizo lo propio en 1896 ante la misma comunidad médica.

En 1898 se inició en Cuba una campaña para erradicar la fiebre amarilla bajo la coordinación del propio Finlay. Los resultados fueron altamente satisfactorios y al enterarse el gobierno norteamericano ordenó a su ejército aplicar lo hecho en Cuba en Panamá, donde en ese momento se estaba construyendo el Canal a precio bastante alto en vidas humanas pues habían muerto miles de trabajadores por el mosquito patas blancas. Los buenos resultados permitieron que se terminara la obra.

Y así surge Carlos Juan Finlay como él célebre descubridor del agente que transmite la fiebre amarilla. En memoria de Finlay, el 3 de diciembre fue instituido como Día del Médico en varios países de América. Incluso, tiene una placa en el Canal de Panamá por su aporte, mientras que en Cumaná son muy pocas las plazas o los bustos erigidos para honrar la memoria de ese egregio y noble investigador francés llamado Louis Daniel Beauperthuy.

(1) Archila, Ricardo. En Historia de la Medicina de Venezuela. Epoca Colonial. Pp:122

(2) Idem.Pp:123

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