En 1922, el arqueólogo británico Howard Carter hizo uno de los descubrimientos más asombrosos del siglo XX al desenterrar la tumba de Tutankamón, el "faraón niño", en el Valle de los Reyes, Egipto. Sin embargo, el hallazgo no solo atrajo la atención del mundo por su impresionante colección de tesoros, sino también por la "maldición" que, según la leyenda, caería sobre aquellos que osaran perturbar el descanso eterno del faraón.
Desde el principio, la expedición de Carter estuvo envuelta en rumores de superstición. Según cuentan las crónicas, en la entrada de la tumba había una inscripción que advertía que "la muerte vendrá en alas ligeras a aquel que perturbe la paz del faraón". Aunque esta inscripción no ha sido confirmada por los estudiosos, la creencia en una posible maldición empezó a surgir a raíz de los extraños sucesos que siguieron al descubrimiento.
El primero en sufrir fue Lord Carnarvon, mecenas y financista de la expedición, quien murió repentinamente en abril de 1923, apenas unos meses después de que se abriera la tumba. Carnarvon falleció debido a una infección que surgió de una picadura de mosquito infectada; sin embargo, la inusual coincidencia alimentó la narrativa de una maldición mortal. El escritor y periodista Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes y aficionado al espiritismo, fue uno de los principales impulsores de esta teoría, sugiriendo que espíritus vengativos habían sido liberados junto con la tumba.
La Serie de Muertes y la Creación del Mito
A lo largo de los años posteriores, varias personas relacionadas con la apertura de la tumba también fallecieron en circunstancias extrañas, lo que reforzó la idea de una maldición. Entre ellos se encuentran George Jay Gould, un empresario estadounidense que murió poco después de visitar la tumba, y el profesor La Fleur, quien murió tras haber trabajado con las piezas recuperadas. Estos eventos fueron recogidos con ávida curiosidad por la prensa de la época, especialmente en una Europa y América aún fascinadas por el misticismo y el Egipto antiguo.
No obstante, los investigadores modernos han intentado desmentir la existencia de una maldición. Algunos sugieren que las muertes podrían explicarse por causas naturales, como infecciones, envenenamientos accidentales e incluso la exposición a esporas y bacterias peligrosas dentro de la tumba. De hecho, estudios recientes han planteado la teoría de que la exposición prolongada al aire viciado y a ciertos hongos y toxinas presentes en las tumbas cerradas durante siglos pudo haber sido la verdadera causa de enfermedad en varios de los investigadores.
La "maldición de Tutankamón" ha dejado una huella indeleble en la cultura popular, apareciendo en innumerables películas, libros y documentales que exploran el mito de un antiguo poder vengativo. Su leyenda ha contribuido a mantener viva la fascinación mundial por la civilización egipcia y sus enigmas.
Hoy en día, se considera que la maldición de Tutankamón fue, en gran medida, una construcción mediática alimentada por la atmósfera de misterio que rodeaba al Antiguo Egipto. Pese a las explicaciones científicas, la narrativa de la maldición aún persiste, recordándonos el poder de las historias y cómo las creencias y miedos pueden transformar un hallazgo histórico en un mito eterno.
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