Sábado 23 de noviembre de 2024
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Pepe Fígaro: Un napolitano que se hizo barbero maracucho

Lleva 60 años cortando el cabello desde que llegó a Venezuela un 12 de octubre de 1963 procedente de Italia….

Pepe Fígaro: Un napolitano que se hizo barbero maracucho
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Lleva 60 años cortando el cabello desde que llegó a Venezuela un 12 de octubre de 1963 procedente de Italia. Pisó tierra venezolana por el puerto de La Guaira y seis días después se vino a Maracaibo y se instaló en Santa Lucia, corazón de nuestra tradición. “Ahí conocí a Luis el ‘Perro’, el famoso barbero de Maracaibo que inspiró a los gaiteros de antes”, me comentó en el inicio de la conversación.
-¿Se viene a “pelar” (cortar el cabello)? -me preguntó.

-No -me quité la gorra para que viera mi calvicie total-, le respondí y sonrió.

-Vengo para que me cuente de su pasaje por esta tierra, cuando se vino desde Italia e instaló la popular barbería al norte de Maracaibo. Somos de Noticia al Día -le dije.

-¡Caramba!, eso es bastante. De aquí no salgo, ni voy a salir porque ya tengo 80 años, dijo de manera cordial cuando nos ofreció una silla.

Se refería a la barbería Fígaro, que él ubicó primero en la zona céntrica de Maracaibo y después se fue a la zona norte, sector Zapara, en la vía hacia la iglesia Fátima, Allí permanece como barbero, atendiendo en cada jornada a hombres, jóvenes y mayores que requieren arreglar su pelo o sus barbas.

Trabaja con tijeras, navajas y “motas” que aún utiliza para el talco, que han rozado la barba a sus clientes por más de 45 años y también con máquinas cortadoras de pelo mecánicas, antiguas herramientas cuyas cuchillas cortan el cabello a medida que sus manillas se presionan.


Muchos barberos jóvenes acuden hasta su sillón a observarlo. No es para menos, si corta el pelo “desde pichoncito”. Desde que comenzó a cortar el cabello a los niños de la población, les daba caramelos y chupetas para tranquilizarlos mientras estaban en la silla.

Desde políticos, médicos, periodistas, personalidades

Llegó a “peluquear” -como él dice- a personalidades de la región, políticos, deportistas, periodistas, hasta gobernadores, directores de organismos públicos, jugadores de fútbol y béisbol, a quienes cuando niño les ofrecía caramelos “vaca vieja” que vendían en La Suiza y chupetas de frutas, para que se quedaran tranquilos, agarrados de sus padres, y poderlos afeitar con tranquilidad y hoy en día ya muy mayores, vuelven a la barbería a buscar a Fígaro, quien los ha “pelado” toda la vida.

“Salí a los 16 años de mi casa en Italia y me fui a Suiza, de donde partí para Venezuela, donde estaban cuatro hermanos que se habían venido buscando horizontes. Hoy en día todos se han ido al exterior y hace cinco años me fui a Colombia y estuve una semana para luego ir a Canadá a visitar a una de mis dos hijas, pero me dio un infarto y me tuve que regresar”.

Cuenta Pepe que después de muchos meses de recuperación, llegó la pandemia y “eso nos guindó a todos y sin embargo me he mantenido en la barbería; después de 60 años sigo vigente recibiendo un promedio de 15 clientes diarios. Muchos de los que aquí vienen dicen que ya es un patrimonio nuestro”.

Mi Maracaibo, mi Nápoles

En Maracaibo es donde tiene sus amigos. “Es una ciudad que se parece a Nápoles. De ella no me iré nunca, porque los napolitanos, como los maracuchos, son amigos de todo el mundo, muy abiertos”.

"Yo siempre recuerdo ese verso de las gaitas navideñas que dice: ‘Esta es la ciudad más bella, que existe en el continente, tiene lago, China y puente, gaita y hospitalidad, tiene el calor de su gente de más alta calidad’. Todo eso es verdad", asegura, mientras observa, mide, afina la vista y vuelve a cortar el cabello en cuestión de segundos.

Recuerda que Nápoles es una ciudad muy grande, por eso vivir ahí no se hace nunca aburrido. Siempre hay algo que hacer, un nuevo lugar al que ir y sobre todo, es una ciudad viva. Hay gente por la calle hasta tarde y por la noche los fines de semana. Nápoles tiene de todo, es una ciudad magnífica. Se parece a Maracaibo cuando llegué.

Se ve que es su arte, su pasión y desde pequeño, su oficio. De tez clara, conserva su cabellera gris y con destreza maneja las tijeras, brochas y navajas. Se desenvuelve sin problemas con las herramientas que le han dado de comer por seis décadas.

De la pasta al pabellón criollo

El barbero Fígaro que aún conserva sus raíces, pero que a su vez se arraiga a nuestras tradiciones por años, que lo hacen decir que es un “maracucho-italiano”, en sus momentos libres, sobre todo los fines de semana se dedica a cocinar como buen napolitano. “Me gusta preparar pasta con cualquier sabor, sopa de pescado, pero también preparo un pabellón criollo con carne mechada que es una delicia.
Una vez que fui de viaje a Italia y llevé ron Santa Teresa y preparé pabellón, recuerdo que los amigos no querían que me viniera, porque decían que era una delicia el plato que estaban degustando", comentó.
“También hago arepas, empanadas, mandocas, arroz con pollo. No le pierdo pisada a un maracucho haciéndolas”, dijo un tono jocoso.

Su acción social

Giussepi es reconocido como uno de los barberos cuyo pequeño negocio es de los pocos que son tradicionales y se resisten a morir. Sigue siendo un lugar de encuentro, donde se conjugan sensaciones, aroma, amistad.


En su barbería, una de las más antiguas de Maracaibo, se entremezclan las conversaciones de los clientes. Se habla de política, de deporte, de medicina, etc. Giuseppe hace una acción social que muy pocos conocen, como es acudir al sitio donde se encuentre una persona que necesite ser atendida, con corte de pelo o barba y no pueda movilizarse. Él le presta el servicio.
“Voy a su casa, adonde esté, y le corto el cabello completamente gratis si no se puede movilizar. Aquí me quedo, nunca me iré de aquí", me dijo al estrecharme la mano cuando nos despedimos.

Noticia al Día

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