Pelé…! Edson Arantes do Nascimento cautivó nuestra imaginación con esa capacidad de empujar a su país hasta el paroxismo, líder de su onceno verde amarilla, convirtió aquel verano de México, en 1970, en una estela inmensa de grandiosa humildad, de alegría comparable al Carnaval, gambeta fina y educada para el pase mortal hacia la gloria infinita de cada gol.
Pelé, coloso de las junglas amazónicas y también de los desiertos del nordeste de su país y de las playas preñadas de infinita saudade cósmica… Pelé el embajador Unicef y Pelé ese héroe del campo con una intachable conducta pública.
Escribo Pelé y tiembla mi infancia de torneos de la calle y del colegio Salesianos, de amor desenfrenado por el glorioso scratch y por esa emoción de pertenecer desde el corazón a una divisa de piel preciosa, como la tuya misma, tan mezclada y tan sencilla: Escribo Pelé y es amargo el gimoteo y la memoria del balón de trapo o de cartón de leche, todo sirve para correr duro como él y gambetear a cuenta de solfeo práctico: al toque taca ataca, contiene o aguanta y esas piernas que bailan cual batucada sin parar, samba para creer y para enseñar a creer, patada tras patada, toque a toque, zancadilla y duro suelo… Piel, en portugués Pele, en la epidermis del fútbol mundial un símbolo entrañado, junto con sus tres Copas y sus más de mil trescientos goles y pico y alarido colectivo de esa hinchada que ahora llora y llora por la partida de su Rey, su Perla Negra, su negrito súper inteligente que sabe medir con sagacidad cada paso, cada tiro, suyos, consciente de la trascendencia de sus andares y sus decires.
Edson, el hijo de María y de Don Dinho, el niño que sintió aquel coñazo universal del Maracaná aciago y que jura y promete que hasta ahí mismo llegaría la tristeza trágica y que él traería, batuque por batuque, esa sonrisa ancha como los extendidos brazos del Cristo del Corcovado y que movilizaría caderas y corazones por todo el orbe, figura redonda que Pelé transmutó en pelota de fútbol.
Allá va esa estrella que sube y sube, Pelé, mi corazón gritando aquella tarde de domingo, en 1970, cuando Italia cae ante la potencia del jogo bonito y de la belleza del ballet Pelé, nuestro Rey, de quien permaneceré incrédulo hasta que el silencio mágico me lo traiga, camiseta 10, y me convenza del furioso alarido que ya no es de gol sino de una cierta clase de tristeza que sólo los viejitos de 65 somos capaces de sentir, siempre y cuando haya sido esa magia Pelé la que encendiera este brioso sentido del regate del alma…En fin, el fin…
Oración
Memoria
Silencio
Descansa en paz
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