En los ’80 un predicador evangélico puso a Maracaibo con el corazón en la boca al proclamar que había recibido una profecía anunciando un maremoto y otros eventos castastróficos en otras ciudades del país. Su nombre, Arturo Terán, joven apuesto, piloto comercial y de una voz potente y cautivadora.
Los días anteriores hubo gentes que creyeron aquel nefasto mensaje y vendieron sus propiedades, otros donaron alimentos e insumos básicos para un desastre natural, como aceite, combustible para lámparas, hamacas, colchones, sábanas, velas …muchas velas.
Llegado el día de la tribulación, el pronóstico terrorífico no se cumplió. De Arturo Terán se supo que había estado detenido en una cárcel donde predicó el mensaje de Cristo y rescató de la maldad a muchos reclusos.
Hubo pastores que no dieron la misma interpretación a la visión de Terán, de manera que llamaron a la calma para evitar derrumbes interiores, aflicciones espirituales, mas no como él las pensaba.