Jueves 23 de enero de 2025
Al Dia

CINE: Una película memoriosa ofrece Robert Zemeckis junto con Tom Hanks

Alexis Blanco con mirada crítica enfoca una de las mejores obras cinematográficas estrenadas el pasado 2024

CINE: Una película memoriosa ofrece Robert Zemeckis junto con Tom Hanks
Foto: Cortesía
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Hay que mirar “Aquí”

La mirada crítica de Alexis Blanco enfoca una de las mejores obras de arte cinematográfico que se estrenaron en la segunda mitad del año pasado. Ese recorrido por la historia de los Estados Unidos recuerda mucho a “Forrest Gump”, su anterior éxito universal.

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HERE…Desde el corazón dedicaré estas siguientes líneas muy cinéfilas a mi hermano, también cinéfilo (¡más cinéfilo seréis vos!, jeje), Josué Carrillo, colega poeta y colega periodista, quien también sucumbió ante la dulce tentación de comprimir el tiempo y ha emprendido la maravillosa aventura de trabajar la Historia Universal como otra historia, entrañada y lucidamente suya. Escribo sobre una película llamada “Here”. He aquí que vivimos el tiempo de la celeridad y del protagonismo de la memoria cuántica, quiero decir, esa que comprime y expande a placer los recuerdos, la memoria vestida para su primera comunión, etcétera…Recién he visto esta nueva película de Robert Zemeckis con Tom Hanks, llamada AQUÍ y, créanme o no, en todo caso mírenla y siéntanla, tal cual la he mirado yo, este espectro polimnio que ahora querrá compartir con ustedes esta frase de ese guión acordeón escrito por el mismo autor de Forrest Gump y de Benjamín Button, el genial viejito, Erick Roth: “El futuro es la única dirección en la que nos dirigimos y está ocurriendo ahora mismo, aquí mismo…”. En realidad se trata de una adaptación de la novela gráfica de Richard McGuire, portadista habitual de The New Yorker, un clásico contemporáneo del 2014…Un compendio cronológico mirado desde una misma toma, como si estuvieras leyendo esa misma novela gráfica, plena de reflejos cómic, una casa mágica, un plano donde transcurre y se cuentan historias de varias familias a través de los siglos: una casa que antes fue el paraíso aborigen pero que sucesivamente será la familia, el trabajo, el amor, la superior experiencia de experimentar la vida, con su prodigioso maremagnum de contradicciones y redundancias. Un cosmos doméstico, un gabinete histórico donde Zemeckis va resguardando escenas que construyen, tal como sucedió con Forrest Gump, todo el pasado vivo de una nación que hoy por hoy continúa pretendiendo adueñarse del orbe. No es de eso que cuenta la película donde Hanks y Robin Wright vuelven a lucir fantásticos, esta vez rejuvenecidos hasta el escándalo mediante la tecnología. Desde el fondo de mi café recién colado puedo leer: la peli esgrime una “nueva tecnología de IA generativa llamada Metaphysic Live para intercambiar rostros y reducir la edad de los actores en tiempo real mientras actúan, en lugar de utilizar métodos adicionales de procesamiento de posproducción…”. Entonces podrán imaginar la quijada, en el fondo del café, mezclando estos asombros míos que ya serán suyos, cuando miren esta nueva obra maestra de la experimentación cinematográfica.

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Y rapidito uno capta que, dentro de las condiciones ideológicas que ahora mismo prevalecen en el calcinado Hollywood, esta película no bailará en ninguna alfombra roja de los Oscares. Es demasiada vanguardia y desmesura creativa para quienes ahora mismo imponen las tendencias y se decantan más por piezas como la del francés que hizo “Emilia Pérez” (sobre la cual hablaremos pronto, nunca desesperes).

Aquí nos cabe esta cita que sobre Cine hizo el recién trascendido maestro, David Lynch, un admirante de Zemeckis, en su libro “Atrapa el pez dorado”: “Las ideas son como peces. Si quieres pescar pececitos, puedes permanecer en aguas poco profundas.

Pero si quieres pescar un gran pez dorado, tienes que adentrarte en aguas más profundas. En las profundidades, los peces son más poderosos y puros. Son enormes y abstractos. Y muy bellos. Yo busco un tipo particular de pez importante para mí, uno que pueda traducirse al cine. Pero allá abajo nadan toda clase de peces. Hay peces para los negocios, peces para el deporte. Hay peces para todo.

Todo, cualquier cosa, surge del nivel más profundo. La física moderna denomina a ese nivel campo unificado. Cuanto más se expande la conciencia, más se profundiza hacia dicha fuente y mayor es el pez que puede pescarse. Los treinta y tres años que llevo practicando la meditación trascendental
han sido clave para mi trabajo en el cine y la pintura…”.

Luego, desde semejante “campo unificado”, encontramos que HERE, desde su mirada interior, es como ese cinéfilo gato dentro de la caja que pensó el físico vienés Erwin Schrodinger, Premio Nobel en 1933: progresivamente observamos el pasado extendiéndose hacia el presente y expandiéndose hacia el futuro. Es el acordeón del tiempo (la música de Alan Silvestre es el metrónomo de RZ) que estira y encoge la vida en el tiempo: desde los dinosaurios que pastaban en el mismo sitio y que un meteorito luego extingue y entonces la Edad del Hielo le concede el próximo valse a la flora y fauna benditas de este paraíso nuestro que mentamos Tierra…Después esa imagen de amor originario, Adán y Eva según la tribu de los Lenín-lenaoe, una de las 564 Naciones Indígenas que la depredación humana se llevó en los cachos.

Esa mujer compañera de ese hombre hasta su muerte, con quien copula, enamorada, y enamorada concibe y fecunda el germen de una hermosa y digna y esencial familia americana. Más adelante, ese lar mágico de Zemeckis, ese imaginario, supongamos, imaginemos (está de moda mentir y especular, pregúntenle a los políticos e influenceres), Yoknapatawpha, que es el pueblo de otro Nobel pero del patio, William Faulkner. De manera que la peli muestra ahora la finca de William Franklin, hijo de Benjamin Franklin, el último gobernador colonial de Nueva Jersey, 1763-1776…Comenzando el siglo pasado vemos la construcción de la casa, cuya amplia sala con vista al frente transitado, al paisaje urbano, será el set clave donde Estados Unidos será contado a través de familias. Por aquí, por favor, síganme hacia la novela gráfica de Richard McGuire:

Los primeros inquilinos son John Harter y su esposa, Pauline. Es un aviador obsesionado y aquí el espectador avezado encontrará guiños a Charles Lindberg, cuyo “Espíritu de Saint Louis” alguna vez posó su hechizo aéreo en las aguas de nuestro Lago de Maracaibo, por los manglares de Santa Rosa, hoy parque La Marina. Harter no morirá de un accidente de vuelo sino de una miseria terrícola como lo era la puta gripe española. ¡Qué molleja de película tan histórica como contemporánea, hermanito JC!

Entonces aparecen los delirantes Leo, un creativo artífice (emprendedor, podríamos inferir desde acá) y Stella, una hermosa modelo de postales para adornar, quienes en la agitada década de los 40, con el orbe en guerra, intentan hacerse ricos (Big American Dream) inventando la megapoltrona de uso megaflexible que revolucionará el oficio del ocio alienante y alienígena de la TV, el fenómeno de la época.

¡Ey! No estoy haciendo “spoiler” o, en cristiano, contándoles la película. AQUÍ es una de esas piezas maestras donde el espectador participa a través de su propia experiencia vivenciada. Es decir, cada quien tendrá que hacer el mínimo esfuerzo de sintonizar con ella. Ahora mismo deberán imaginarme como ese colibrí que desanda por los tiempos del filme y te instiga a endulzarte el pico con el néctar de la memoria afectiva…

Entonces aparece esa familia, los Young, fundada por Al y Rose, quienes compran la casa, en 1945, luego de la conflagración del fascismo. Y ahí estarán sus tres hijos, Richard, Elizabeth y Jimmy. Luego, el primero (TH) conocerá a Margaret (RW) y sobre el amplio sofá inseminará la familia que continuará con la saga de los Young (Los Joven. Parece otro velado chiste, ¿verdad?). De ahí nacerá Vanessa. El divorcio de Richard y Margaret ocurrirá a comienzo de este ¡Siglo 21! Cuando los Young salen de la casa (nota, al margen: ¿Acaso no llamó García Márquez La Casa, inicialmente, a Cien años de soledad?)…Más tarde llegarán a habitarla Devon y Helen Harris y su hijo Justin, afrodescendientes, quienes lidiaron muy duro con la tragedia del Covid-19.

Podría invertir los próximos cien años de mi imaginación en desarrollar otras ideas que manan de la mirada a HERE. Por ejemplo, podría soñar que Gastón Bachelard nos está leyendo (en tiempo cuántico, of course) toda la obra de Marcel Proust, tan sólo para corroborar lo que él mismo ha escrito en su “Poética del Espacio”, es decir, una vaina como que: “La casa, como el fuego, como el agua, nos permitirá evocar, en el curso de este ensayo, fulgores de ensoñación que iluminan la síntesis de lo inmemorial y del recuerdo.

En esta región lejana, memoria e imaginación no permiten que se las disocie. Una y otra trabajan en su profundización mutua. Una y otra constituyen, en el orden de los valores, una comunidad del recuerdo y de la imagen. Así la casa no se vive solamente al día, al hilo de una historia, en el relato de nuestra historia. Por los sueños las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los tesoros de los días antiguos…”.

HERE, AQUÍ, es una de esos peces dorados que refiere Lynch. Cierro mi esfera de apuntes recordando cuando Borges versionó a Whitman y ahora es menester recordarle, en la luz de los Poetas del Mundo: "Del incesante océano, de la turba, una gota se me acercó suavemente, Murmurando:

Te amo, pronto habré muerto,
larga es la distancia que he recorrido sólo para mirarte
y para tocarte,
Porque no podía morir sin haberte visto,
Porque sentí el temor de perderte.
Ahora nos hemos encontrado, nos hemos visto, estamos salvados,
Vuelve en paz al océano, amor mío,
Yo también formo parte del océano, no somos tan distintos,
¡Mira que perfecta es la gran esfera, la cohesión de todas las cosas!
Pero a los dos nos va a separar el mar irresistible,
Esta hora nos ha de separar, pero no eternamente;
No te impacientes -aguarda un instante-
mira, saludo al viento, al océano y a la tierra,
Cada día, al atardecer, te envío mi amor.". Y “shó” también…
La historia es hoy por hoy materia viva y cuántica. Josué Carrillo es un periodista cuántico. Y “shó” también, jeje
¡Salud!

Foto: Cortesía

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Alexis Blanco/Noticia al Día

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