Martes 03 de diciembre de 2024
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Centenario del artífice del Nuevo Periodismo (Parte II)

Por: Alexis Blanco Mailer vs Mailer: pelea a 10 asaltos Norman Mailer representa un claro ícono intelectual de los Estados…

Centenario del artífice del Nuevo Periodismo (Parte II)
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Por: Alexis Blanco

Mailer vs Mailer:

pelea a 10 asaltos

Norman Mailer representa un claro ícono intelectual de los Estados Unidos durante la segunda parte del pasado siglo y parte del que transcurre. Sus ideas y convicciones, aunadas a un talento extraordinario (también provisto de un ego prodigioso), generaron suficiente polémica histórica como para que sea ésta suerte de leyenda. También hay mito en la historia Mailer, por lo que Alexis Blanco intenta descifrarlo a través de un juego de ideas, inspirado en la vida y en la pasión del escritor por el boxeo.

Foto: Agencias.

           

SEXTO ASALTO

Que el poeta Robert Lowell escribiera que Mailer era “El mejor periodista de América (Estados Unidos)” estimuló el azaroso quehacer de quien mezclaba ácido humor en cocteles de una prosa alucinante, por sorprendente, harto subversiva e irreverente, dispuesta para hablar a sus paisanos de sus problemas políticos esenciales. Así surgieron piezas maestras como Los papeles presidenciales, donde cubría las convenciones de los partidos, demócrata y republicano, entre las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado, además de Los ejércitos de la noche, un reportaje magistral sobre la marcha pacifista hacia el Pentágono, en 1967 (quienes hayan visto el film Forrest Gump visualizarán mejor aquellos tiempos tormentosos en USA, cuando el personaje intenta explicar, sin éxito, por qué se perdió la guerra en Vietnam).

¿Era imposible que Mailer escapara a esa constante tentación de convertirse él mismo en la noticia que intentaba reportear? ¿O, en todo caso, tal como expondrían sus biógrafos, siempre trabajó desde la perspectiva de sí mismo, no cómo un método sino como su más trascendente recurso?. Esto se vislumbra en obras como Los hombres duros no bailan o Un sueño americano, escritos a partir de una arraigada tendencia personal de interpretar el existencialismo (otra corriente filosófica que impregna las ideas de mediados del siglo veinte), donde él emerge y se autodesarrolla como una suerte de gran demiurgo, un dios cuya creación jamás le causará satisfacción sino, por el contrario, una hórrida sensación o sentimiento de insatisfacción y de caos, Así encontramos ensayos que aún obligan a reflexionar la contemporaneidad, tales como Caníbales y cristianos, donde sobresalen algunos como La metafísica de la barriga o La economía política del tiempo. Eso sí: Mailer refleja vocación de orfebre del lenguaje, una escritura de filigrana en la que no deja tema alguno al azar, siempre polémico y excitante como un juglar medieval poseído por los fantasmas y demonios que han desesperado al ciudadano común estadounidense durante estas últimas décadas.

Foto: Agencias.

Periodista y artista cantor, Israel Colina vislumbra ese efecto Mailer: “Cuando estudié periodismo, algunos profesores nombraban a Norman Mailer. Y siempre he sentido curiosidad por autores que han aportado páginas brillantes a la ´prensa escrita´ con investigaciones, así como al género de la novela con gran capacidad descriptiva. El don para escribir de Mailer era innato, así como su insaciable capacidad de aprender con el  propósito de contar y dar a conocer. Es quizá el novelista norteamericano del siglo XX más completo, porque además era de verbo incendiario, de agudeza incómoda para la política norteamericana, hecho que le valió también las objeciones de los intolerantes de su época – mucho más dura que ésta creo – donde la inmediatez osa  banalizar la verdad. Como todo creador y a sus 100 años de nacido, aunque se fue en 2007, su obra está y seguirá viva…”.

SÉPTIMO ASALTO

Maestro de maestros en literatura, Valmore Muñoz Arteaga (a quien recién advertí como ese personaje del film argentino El Suplente, émulo de John Keating y del profe Amabilis en la premiada obra Revelaciones, de Lolimar Suárez Ayala) interviene: “Cuando compraba libros solía saber lo que buscaba. Muy rara vez pedía recomendación. De tal manera que, como es de suponer, esas raras veces las recuerdo vivamente. Así conocí a Norman Mailer. Una de tantas mañanas en El Emporio del Libro, le pregunté a Carlo Magglione qué me recomendaba. Me respondió rápidamente: “Si te gustan los temas sobre la Segunda Guerra Mundial, Hermann Hesse y John Lennon, entonces llévate Los desnudos y los muertos de Norman Mailer”. Eso hice. Se trata de su primera novela y que, como casi toda su obra de ficción, es parcialmente autobiográfica. Así conocí a Mailer, siempre vinculado, por alguna extraña razón, a The Beatles. Aunque no he leído toda su obra, me ha quedado bastante claro que se trata de una voz que hizo de la crítica política, social y cultural de EEUU, su trinchera existencial. Mailer es una voz que clama en el desierto, un agitador romántico, pero certero. Su clamor se hizo herida abierta desde las tribunas que le permitió su oficio: novelista, ensayista, escritor de guiones para cine, cronista, colaborador habitual dentro de las artes plásticas contemporáneas. Mailer fue un artesano de la impostura, de la insumisión, de la inconformidad.”

Foto: AP.

Norman Mailer tiene cien años y nunca se imaginó a sí mismo, con un celular con cámara potente, subido sobre el ring donde Cassius Clay “danzaba como mariposa y golpeaba como avispa”. Jamás pensó que ya no tendría que escribir ninguna crónica sobre, supongamos, la jodida pelea contra George Foreman, donde el ya convertido Muhamad Alí, peleaba con astucia e inteligencia suma, sin dejar de hablar, tal cual hizo, por ejemplo, cuando noqueó a Sonny Liston y le increpaba para que levantara de la lona su enorme culo de negro perdido.

Tampoco vio Mailer a Alí, temblando, coñaceado definitivamente por el Parkinson, pero no por esa guerra que, entre ambos, lograron detener. Total, boxear también es un arte, así como escribir también es la suma de todas las artes. O al menos ese es el legado que Mailer dejó para la inmortalidad.

OCTAVO ASALTO

Pocas cosas hizo Norman sin caminar descalzo por ese filo de navaja que es la interpretación, individual y colectiva, del sentido y el sentimiento de la belleza: doce novelas de ficción y otras ocho sustentadas en su pasión por el periodismo puro; media docena de ensayos demoledores sobre la sociedad norteamericana y sus callos de poder; candidato a la alcaldía de Nueva York; biógrafo acucioso de Marilyn Monroe, Pablo Picasso y Lee Harvey Oswald; guionista y actor de cine; provocador una y mil veces, una suerte de gurú tán amado como detestado por la muy dividida sociedad estadounidense.

Ese par de premios Pulitzer, por Los ejércitos de la noche, en 1968 y La canción del verdugo, en 1979, redondearon al personaje vanidoso y sin pepitas en la lengua: “La grandeza de una nación depende, en un sentido real, de lo bien que hablan sus ciudadanos. Las cosas buenas se desarrollan a partir de un pueblo que sabe realmente cómo usar el lenguaje y que lo usa bien…”. Un impecable mal hablado.

NOVENO ASALTO

(…) Fue uno de los besos más inolvidables de mi vida, aunque hubo muy poca pasión en él. No obstante, Madeleine me transmitió toda la ternura que había en su corazón, y también toda la rabia que la invadía, y he de confesar que esta combinación me dejó tan anonadado como si un buen boxeador me hubiera propinado un inesperado gancho cor la izquierda y me hubiera rematado con un rapidísimo derechazo, Sé que no es manera de describir un beso, y además no refleja la paz que inundó mi corazón al recibirlo, pero lo digo para que se comprenda por qué me temblaban las piernas cuando pasé por delante de las casas de sus vecinos camino del coche."Los tipos duros no bailan" (1984).

“Y entonces me invadió una pena muy honda. La pena de pensar en una mujer a la que había amado, a la que luego dejé de amar y a la que nunca debiera haber dejado de amar".

Cuando apuñaló a su segunda mujer, Adele Morales, emergieron los demonios de aquel “Hombre obsesionado por su propia masculinidad, como también le ocurrió a Ernest Hemingway- Mailer matrimonió seis veces, y tuvo nueve hijos. Criticaba el control de la natalidad y el feminismo”.

Marinés Delgado Marcucci, bienamada excompañera en el exdiario Panorama, donde brilló como directora, apunta bien sus líneas:

“Norman Mailer en pocas palabras… Uuufffffff. Vaya tarea. Un maestro, un asiduo del Pulitzer, una prosa brillante, una inteligencia suprema, un  creador de obras fascinantes. Creo que su genio estuvo en ese encanto de aportarle tantas letras al periodismo y tanta realidad a las letras.  Para mí sus indispensables: ¿Porqué fuimos a Vietnam? y luego  la Canción del Verdugo.  Un crítico coherente y honesto en su narrativa”.

ÚLTIMO ASALTO

Norman Mailer vence a Norman Mailer por decisión dividida. Una exacta paradoja de su propia vida centenaria. Indispensable para estudiar a su propia nación, así como a la humanidad entera, porque eso sí fue este escritor: un artista extraordinario. En un buceo por las redes encontramos: “Su idea de que el periodismo es ficción –constructo-, no es sólo una de sus boutades de provocador: encaja con la idea del construccionismo social, planteada en 1966 por los sociólogos Peter L. Berger y Thomas Luckmann, y abrió la puerta al nuevo periodismo de Tom Wolfe y su cuadra –con quienes tampoco logró congeniar Mailer- en el que lo importante no son los hechos en sí, sino la forma en que se narran, y lo que el narrador considera sobre ellos”.

El centenario esteta se despide: “Se escribe sobre demasiados santos, monstruos, maníacos, místicos y ejecutantes de rock en estos días, sin embargo, por parte de practicantes del periodismo cuya visión interna por lo común está pautada por parámetros rutinarios. Es probable que nuestra incapacidad continua de comprender el mundo continúe”.

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Alexis Blanco

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