Carlos III, el príncipe de Inglaterra, llevará en su coronación el uniforme de gala de la Marina Británica el mismo que usó en el funeral de su madre la reina Isabel II. El ahora monarca pretende señalar que su reinado estará adaptado al siglo XXI y que no dejará de poner elementos de su estilo personal a las reglas protocolarias, según Marina Fernández, directora de Comunicación y Relaciones Institucionales de la Escuela Internacional de Protocolo.
La novedad es que en aras de la sostenibilidad, el ahorro y la austeridad, el rey Carlos III ha querido que todas las piezas, con las que aparecerá en los momentos cumbres de la coronación, sean recicladas. Se trata del Colobium Sindonis, la Supertúnica, el manto imperial, el cinturón y el guante. En el pasado, algunas de estas prendas se realizaban nuevas para cada monarca.
La túnica de cuatro kilos bordada de seda dorada y confeccionada en el siglo XX, su patrón poco ha cambiado desde las coronaciones medievales, ya que se basa en las vestiduras sacerdotales y religiosa. Esta prenda fue realizada en 1911 por Ladies Work Society. El manto imperial fue confeccionado para el rey Jorge IV.
El monarca usará de su abuelo Jorge VI los guantes hechos, de cuero blanco, la muñeca está bordada con hilo de metal dorado, alambre y lentejuelas en forma de emblemas, se lleva para sujetar el cetro del rey durante la coronación y se retira antes de subir a la silla del trono.
La corona
Por otro lado, la corona que llevará sobre su cabeza cuenta con siglos de tradición: la corona de San Eduardo. La estructura de la invaluable pieza está hecha de oro sólido de 22 quilates, mide más de 30 centímetros y pesa aproximadamente 2,23 kg. Cualidad que la misma reina Isabel comprobó hace unos años cuando volvió a llevarla para un documental. “¿Aún pesa tanto?”, fue la pregunta que luego respondió con un gesto de afirmación al volver a cargar la pesada corona.
La famosa pieza rara vez ha salido de la Torre de Londres en los últimos 70 años. Y es que cómo no custodiar con cautela una majestuosa e imponente corona con 444 joyas y piedras preciosas como rubíes, zafiros, amatistas y topacios (siendo las predominantes las aguamarinas de color azul claro y verde azulado) incrustada en monturas de esmalte y oro, aunque en siglos pasados hayan sido removibles.
Esta pieza fue hecha en 1661 especialmente para Carlos II, luego de ser reemplazada por la medieval que fue fundida en 1649, y seria heredada por Isabel II que ahora pasará a ser usada por Carlos III (el séptimo monarca en la historia en usarla). Tiene una banda de cuatro cruces con flor de lis y dos arcos recubiertos de diminutas cuencas de oro que antes contenía perlas de imitación. El ribete en la parte inferior está hecha del pelaje de armiño blanco, símbolo de la aristocracia. Y en la parte superior hay una cruz con joyas incrustadas, abalorios colgantes y un orbe que simboliza el mundo que contiene al reino.
Pero aún con tanto brillo, elegancia y suntuosidad, se dice que es tan difícil saber de qué lado se debe usar que tuvieron que ponerle un hilo rojo para poder distinguir el frente. Incluso el mismo rey Jorge VI, padre de Isabel II, afirmó que nunca supo si le colocaron la corona correctamente el día de su coronación, ya que fue manipulada tantas veces por el decano y arzobispo. Ahora, la pieza fue removida de la Torre de Londres para ser modificada para el uso del nuevo monarca, quien tuvo que practicar su caminata para soportar el peso, evitar que se caiga y poder leer con éxito el tan esperado discurso luego de convertirse oficialmente en el rey de Inglaterra.
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