Viernes 18 de octubre de 2024
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Bella remembranza del poeta Hesnor Rivera a 24 años de su partida (Celalba Rivera Colomina)

Hoy hace 24 años murió mi padre en Maracaibo. Marta estaba en Barcelona, yo en Santiago y mi madre sosteniendo…

Bella remembranza del poeta Hesnor Rivera a 24 años de su partida (Celalba Rivera Colomina)
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Hoy hace 24 años murió mi padre en Maracaibo. Marta estaba en Barcelona, yo en Santiago y mi madre sosteniendo su mano. Sólo pudimos llegar, viajando con escalas inverosímiles, a su velorio y entierro, donde tantos amigos nos acompañaron.

La última vez que lo vi, dos meses antes, me despedí intuyendo que sería para siempre. En la puerta de casa lo apreté con fuerza y por primera vez en la larga historia de nuestros abrazos lo sentí frágil, como si se escurriese de la bata de seda y de la vida. Desde el taxi lo vi decirme adiós, con un gato junto a los pies, solo y pequeño en la calle de mi infancia. Había vencido el cáncer, pero una neumonía oportunista se lo llevaría en pocas semanas.

El 17 de octubre del 2000 perdí a mi padre, como los alumnos perdieron a su profesor, los periodistas a su director y la ciudad a su poeta. La casa también vio partir a su único habitante. De allí sacamos sus libros y los nuestros; sus poemas inéditos; la ropa que repartimos a los amigos; los gatos que se llevó, amorosa, Nereyda. Desmantelamos su morada y la nuestra.

Poco quedó. La casa se vendió y hoy apenas reconozco su fachada cuando Mariana me envía fotos del barrio. Murió su jardín, murieron sus amigos y casi murió la ciudad de tanta catástrofe sobrevenida. Su preciosa biblioteca, donada a la universidad, se ahogó en las lluvias y la desidia. Su libro inédito, en cambio, se salvó por el afán recopilador de Valmore Muñoz y de Jacqueline Goldberg.

Y queda la memoria. Cada persona que lo quiso alimentó la suya y la ciudad ensayó algún gesto de homenaje oficial en su derrumbe. Aquí, lejos de lo que fuimos, mi memoria de hija es dulce y luminosa, más sólida cuanto más pasan mis años y cumplo los suyos. Sueño con él a menudo y son sueños serenos que me devuelven a mi padre, a mi casa, a mi ciudad y a nuestro tiempo juntos. Espero esas apariciones como quien espera la carta de un viajero, mientras cuido con su amor acrecentado todo lo que no llegó a conocer, pero que existe porque Hesnor existe.

Tomado de la cuenta de Facebook de Celalba Rivera Colomina

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