No es juego: los 24 mil kilómetros de tuberías que reposan en el lecho lacustre producto de la explotación petrolera, están cobrando factura y vierten de manera silente agentes contaminantes altamente cancerígenos, óxido de azufre, óxido de nitrógeno y ácido sulfúrico.
Las altas concentraciones de estos elementos, siempre presentes en las mareas negras, afectan de forma dramática la vida lacustre y terrestre de quienes hacen su vida a orillas del reservorio de agua dulce más grande de América latina.
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Por años, biólogos de la Universidad el Zulia e instituciones independientes han certificado las graves consecuencias que los derrames petroleros dejan en la cuenca hidrográfica zuliana.
Estudios del Observatorio Ecológico de Venezuela señalan que sólo en El Bajo, municipio San Francisco, “al menos mil 800 empleos directos e indirectos desaparecieron casi en su totalidad por los derrames petroleros”.
Los derrames –dicen en su estudio- dejan en el ambiente una serie de contaminantes muy tóxicos como los hidrocarburos aromáticos altamente cancerígenos, óxidos de azufre, óxidos de nitrógeno y ácido sulfúrico, todos ellos letales en altas concentraciones tanto para la vida acuática como terrestre.
Estamos hablando de un corazón de agua de 63 mil cien kms2, que alberga en sus territorios contiguos aproximadamente tres millones de habitantes. El daño ambiental es enorme y no hay pena que valga, después de más de cien años de exploración y explotación petrolera, el Lago de Maracaibo, aún espera que paguemos la deuda ambiental.
Noticia al Día / JCG