Todo parece indicar que las delegaciones que se reunieron en Bogotá para analizar y buscar soluciones a la crisis de Venezuela perdieron su tiempo, pues del encuentro no salió ni un cronograma electoral, fundamental para avanzar, ni el levantamiento de las sanciones.
El diario El Tiempo de Colombia analizó lo acontecido en Bogotá, el trabajo que revela cómo las delegaciones que no asistieron no pudieron cubrir sus expectativas ni aportar ideas para destrabar una crisis cuya solución o se aprecia cercana.
Las expectativas para la cumbre eran altas. Durante semanas, el Gobierno colombiano había promocionado el encuentro, fijado para el martes 25 de abril en la sede de la Cancillería en Bogotá, de las delegaciones del Gobierno y la oposición de Venezuela junto a las de más de diez países.
Se trataba, según dejaba entrever la administración de Gustavo Petro, de la reactivación de las negociaciones congeladas cinco meses atrás en la mesa de diálogo instaurada en Ciudad de México.
El fracaso
Sin embargo, la activación del fondo quedó en veremos, pues Estados Unidos, que controla gran parte de esos recursos, esperaba señales claras de Caracas para la definición de un cronograma electoral. Pero, a su vez, el presidente Maduro exigía el cese de las sanciones económicas a Venezuela, para definir dicho calendario. De ahí que la cumbre de Bogotá estaba llamada a desatascar el proceso.
Las expectativas giraban en torno del papel del presidente Petro, quien había mantenido encuentros previos con Maduro y, días antes de la cumbre estuvo en la Casa Blanca hablando con su homólogo estadounidense, Joe Biden.
Parecía claro que el mandatario colombiano había obtenido de Biden el suficiente respaldo para garantizar el éxito de la reunión de Bogotá y anotarse un triunfo.
El jueves 20 de abril, al término del encuentro en la oficina Oval, Petro lucía optimista. En diálogo con los periodistas que cubrían su visita a Washington, aseguró que la cumbre buscaría establecer los mínimos de un gran acuerdo que garantice no solo elecciones, levantamiento de sanciones, sino además la normalidad en la vida de todos los actores políticos de Venezuela.
Sin avance
Pero, al término del encuentro en Bogotá, no hubo siquiera un ápice de avance. El canciller Álvaro Leyva leyó, en solitario, una declaración que repetía básicamente lo mismo que había sido mencionado cinco meses atrás en México.
En palabras de Leyva, las partes estaban de acuerdo con trabajar un cronograma para elecciones libres, transparentes y con plenas garantías para todos los actores venezolanos, lo cual iría en paralelo con el levantamiento de las distintas sanciones. Los mismos objetivos por alcanzar desde hace meses, pero nada concreto.
Luego del encuentro en Bogotá, no quedó ninguna fecha definida para el cronograma electoral ni para el inicio del levantamiento de sanciones. No hubo siquiera una declaración conjunta de las partes. Y en cuanto al fondo de inversión social, apenas fue mencionado. El acuerdo de mínimos del que habló Petro nunca apareció.
No hacía falta sabotaje
Se cumplió así el mal augurio que asomó un día antes cuando Juan Guaidó, el expresidente interino de Venezuela reconocido durante casi cuatro años por más de 50 países, atravesó la frontera hacia Colombia para, según él, escapar de una detención inminente.
El gobierno de Petro procedió a enviarlo a Miami, tras concertar ese paso con Estados Unidos, al acusarlo de querer sabotear la cumbre. Terminada la reunión, quedó claro que no hacía falta sabotaje para que el evento fracasara.
Exigencias imposibles
La verdad es que la cumbre estaba herida de muerte antes de comenzar, aunque en medio del terremoto noticioso de esas horas en Colombia por cuenta de la ruptura de la coalición de gobierno, los medios apenas alcanzaron a registrarlo.
La víspera, el presidente Maduro había fijado las condiciones que resultaban mucho más exigentes de lo que Petro le había dicho primero a Biden y luego a los periodistas en la Casa Blanca.
“Si alguien de ustedes aspira -escribió Maduro a los asistentes al encuentro- que las negociaciones políticas (…) vuelvan a México, solamente tienen que hacer (…) que en el comunicado oficial que ustedes aprueben pongan la exigencia de que el Gobierno de Estados Unidos deposite los tres mil 200 millones de dólares secuestrados en las cuentas bancarias que tenemos en el exterior para el plan social firmado en México”, expresó.
“Desde el principio era un menú de demandas imposibles de cumplir, y cuando los delegados y testigos se sentaron en la mesa, ya sabían que la reunión no pasaría de una charla protocolaria”, le dijo a El Tiempo una fuente diplomática en Bogotá.
Si Maduro cortó las alas de la cumbre aún antes de que empezara, acabó de enterrar el encuentro minutos después de la declaración de Leyva. “Venezuela reitera -emitió en un comunicado- la necesidad imperante de que sean levantadas todas y cada una de las medidas coercitivas unilaterales, ilegales y lesivas del derecho internacional que constituyen una agresión a la población venezolana”.
La respuesta de Washington
Washington respondió por boca de Jon Finer, consejero adjunto de Seguridad Nacional y quien asistió a la cumbre.
En un comunicado del Departamento de Estado, el funcionario dejó claro que “Estados Unidos sigue firmemente comprometido con el pueblo venezolano y continuará trabajando con la comunidad internacional en apoyo de la restauración de la democracia”.
Sobre un eventual levantamiento de las sanciones, Finer reiteró que es un tema sobre el que su gobierno tiene un enfoque paso a paso, lo que traduce que un alivio en las sanciones se daría en virtud de medidas concretas de Caracas para garantizar elecciones libres y justas.
Una fuente diplomática de la Unión Europea, que habló bajo reserva de su nombre, le expresó a El Tiempo su sorpresa con lo ocurrido. “Suponíamos que el presidente Petro y el ministro Leyva tenían algún as bajo la manga, un compromiso claro de Maduro y quizás otro de Biden, para lograr avances, pero parece que pensaron con el deseo”, dijo.
Noticia al Día / Con informacióm de El Tiempo