Martes 26 de noviembre de 2024
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La mujer quemada, Crimen de Marisol (4): Vinieron las lluvias y creció la hierba (+Video)

Crimen de Marisol: Para el jefe de la delegación, Oswaldo Cádenas, un caraqueño bajito con un curioso lunar en el…

La mujer quemada, Crimen de Marisol (4): Vinieron las lluvias y creció la hierba (+Video)
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Crimen de Marisol: Para el jefe de la delegación, Oswaldo Cádenas, un caraqueño bajito con un curioso lunar en el labio superior, estaba dispuesto un Century Buick vino tinto, en perfectas condiciones, como nuevo. El policía venía de estar en un grupo especial. De carácter fuerte, evitaba a los “jalabolas” y delincuentes, prefería reunirse, compartir los “traguitos”, con los periodistas.

Jota C, reportero de sucesos de La Columna, no perdía las oportunidades para recordarle el Crimen de Marisol amenazado por el olvido, por convertirse en un cangrejo.

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En cuanto podía le decía:

-Comisario, ¿todavía no se sabe quién mató a Marisol?

-Ten paciencia, carajito -respondía preocupado.

Una tarde en la casa de Régulo Wayúu López, el periodista volvió a insistir mientras se disfrutaba de una botella de Old Parr.

-Mira carajito, te voy a decir una vaina. Esta noche me dejas en la delegación, te llevas el carro y me vienes a buscar en la mañana para que vamos al sitio donde mataron a la muchacha. Vamos a reabrir las investigaciones. Yo, personalmente, las voy a dirigir.

-¿Es en serio?

-¿Tu me ves jugando carrito?

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En la noche había llovido copiosamente. Las aguas se escurrían en las calles. A las 8 y media en punto, Cárdenas estaba de flux y corbata en la entrada de la delegación con el "Tuerto" Raúl.

-Conduce Raúl.

Jota C tomó el puesto atrás.

-¿Pa’ dónde jefe?

-Potreritos, vamos al sitio donde asesinaron a la muchacha, a ver si me quito de encima a este carajito.

Las lluvias hicieron crecer la hierba. Por un camino de tierra vieron una catarpila estacionada a un lado como si se hubiese accidentando. Como a 200 metros, Raúl dijo:

-Es por aquí. Párate a la derecha. Vamos caminando -dijo Cárdenas, quitándose el saco, aflojando la corbata y arremangando los puños de una camisa Arrow blanca impecable.

A un lado la tubería. Tres árboles medianos. Caminaban entre los gamelotes. Olía a campo, a verdor de finca. Cárdenas se detuvo.

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-Mira carajito -dijo.

Jota C, al afinar la visión, se queda sin palabras. La hierba había crecido dejando dibujada la silueta de Marisol en el lugar donde la había dejado el asesino.

-Vengan detrás de mí, miren lo que pisan -dijo Cárdenas, mientras se fue acercando estrechando un círculo.

Tomó un poco de arena, olfateó.

-La quemaron con gasoil -dijo.

Los detectives observaban detalles que el periodista no distinguía. Su atención, sus sentimientos, sus emociones estaban en la figura de la mujer quemada marcada en el suelo, en los momentos terribles de dolor, de miedo de la inocente.

-Esto no se puede quedar así, Comisario, se debe hacer justicia.

-Y se hará justicia, carajito, como que me llamo Oswaldo Cárdenas.

De regreso, al pasar por el lugar donde estaba la cartarpila observaron un operario.

-Para Raúl, vamos a hablar con ese tipo.

-Épale, ¿esa máquina la conduce usted, amigo?

-Sí señor.

-¿Desde cuándo la tiene estacionada aquí?

-Bastante, señor.

-¿Ha visto a alguien por estos lados?

-Recién, no; hace unos meses, sí; un tipo me pidió una pimpinita de gasoil.

-¿Y cómo era ese tipo?

Con esa pregunta el homicidio de Marisol Ocando comenzaba a esclarecerse. La lluvia se había llevado muchas evidencias, sin embargo, su silueta en la hierba conmovió las fibras del comisario Oswaldo Cárdenas, quien no se marchó del Zulia sin resolver ese crimen, Cangrejo de Plata. (Continuará)

Josué Carrillo

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