-Los niños se carcajean con las muecas, caídas y tropezones de los payasos: es el primer número de una tarde de circo en la cancha de una escuela en un barrio de Caracas, donde estos espectáculos son una excepción.
Trapecistas, malabaristas, cantantes, acróbatas y payasos ofrecieron dos horas de aplausos, asombros y risas al barrio La Vega, que fue uno de los más violentos de la capital de Venezuela y escenario de fuertes enfrentamientos en 2021.
"¡¿Cómo están?!", pregunta el payaso Javishow en un tono alto y exagerado. "¡Bien!", responden los espectadores, que levantan los brazos emocionados. "¡¿A quién le gusta la magia?!"… "¡A míííí!".
Javishow, cuyo nombre de pila es Isaac Magallanes, de 24 años, hace un truco de magia con cartas que termina con los niños del público recogiéndolas encantados.
Venezuela acumula casi una década de una profunda crisis económica, que aniquiló el poder adquisitivo de la población, sobre todo en los sectores más vulnerables. No entra en el presupuesto de muchos una actividad de ocio.
Las gradas de cemento de la cancha están a reventar. Neyber, de siete años, aplaude, salta del asiento, se ríe: es su primera vez en el circo y "le gusta mucho".
"A veces estas comunidades, que son las más olvidadas, no tienen acceso" a este tipo de eventos culturales, explica a la AFP Zorybel García, directora de la fundación ManzanoArte, que organizó el evento.
"Aquí en La Vega es la tercera vez que lo hacemos, que venimos y a la gente le encanta", señala esta artista venezolana radicada en Suiza.
– "Hacer esto toda la vida" –
ManzanoArte realiza desde 2018 estas visitas a barriadas en un festival anual que este fin de semana cierra su cuarta edición con presentaciones en La Vega, el sábado, y San Agustín, el domingo.
"Se trata de llevar el circo adonde el circo nunca va", señala el argentino Emiliano Ron, conocido como "el maestro de la cuerda lisa" y uno de los invitados internacionales.
"Trabajamos con niños de comunidades populares y les damos herramientas para poder expresar muchos de los sentimientos que tienen", añade el artista, que ha trabajado en iniciativas similares en Palestina y otros lugares.
La primera hora la ocupan los alumnos de una escuela de circo que la fundación abrió en Carayaca, un pueblo en las montañas del costero estado de La Guaira, en el norte de Venezuela.
Ahí salieron los primeros payasos, liderados por José Abreu y Kelvin González, ambos con 19 años. Los chicos, de todas las edades, hacen también acrobacias en el trapecio y telas.
"Yo quisiera hacer esto toda la vida, viajar por otros países, conocer más gente", dice José, que tiene cuatro años en la escuela.
– "Interesante y lindo" –
Los números de los profesionales incluyen impresionantes acrobacias en sogas y telas.
Lucie N’Duhirahe, una suiza de 36 años, se mueve con facilidad en la soga, como si volara, al igual que Emiliano, que sube y baja con soltura, sin que le tiemble un músculo.
En un momento de su show, Emiliano, sube hasta el techo de la cancha, una lata de zinc verde, y toma un par de tenis que cuelgan del herraje. Baja boca abajo, se da vuelta, aterriza y se los calza, antes de volver a salir disparado. Y todo lo hace sin pista de fondo, la reacción del público, explica, es su música.
"Es interesante y lindo presentarse en teatros, festivales y ese tipo de cosas, pero poder venir a lugares donde la gente nunca ha visto el circo o al menos no con frecuencia…" es una gran experiencia, expresa Lucie.
El festival de ManzanoArte incluye además talleres formativos en las barriadas que visita, que este año incluyó comunidades indígenas en el estado Amazonas (sur).
Stina Otterström cerró la tarde con un show en el que, parada de manos, mueve copas a su antojo, sobre las que luego camina.
Una niña se cubre los ojos, prediciendo un desastre. Una amiga le da un codazo para avisarle que ya pasó, y ella… aplaude.
AFP