"Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo".
Abraham Lincoln
Llega otro 4 de febrero imposible de olvidar. Hoy treinta y tres años se cumplen de esa fecha. La observamos impresa en el calendario de la historia de este país, cuando un 1er. levantamiento militar en el año 1.992, a los venezolanos nos despertó sobresaltados, en momento que el gobierno legítimo de Carlos Andrés Pérez, electo a través del voto, pretendió ser derrotado a la fuerza, alegándose que significaba o era sinónimo de "corrupción", "entreguismo", "traición", "pobreza", "saqueo", "desempleo", "hambre" y "miseria".
Esos y otros calificativos obviamente fueron vertidos en la narrativa de un movimiento militar que dirigió el expresidente Hugo Rafael Chávez Frías, después, paradójicamente, electo ganador de la Presidencia de la República por la vía no violenta en diciembre de 1.998, en elecciones "libres y limpias", seis años posteriores a su alzamiento, cuando su célebre frase "Por Ahora", lo catapultó a la fama.
En aquel momento de Venezuela los errores, entuertos, injusticias, desigualdades, desviaciones, abusos de poder o que la impunidad no fuese castigada, ni tampoco rectificaran o sancionaran a tiempo los excesos de funcionarios de la administración pública y/o privados durante la IV República, conformó el caldo de cultivo que a través de los años propició el nacimiento, germinación y crecimiento del descontento social sin importar cual fuera la filiación, militancia o pensamiento político de la gente.
Ese cóctel letal en la población avivó simpatías, apego e identificación con los protagonistas de los intentos de golpe de Estado del 4F y después del 27N de 1.992, respectivamente. Sin embargo, lo que ha sucedido en Venezuela, 26 años después en la gestión oficial, nacida o inspirada en la génesis del 4F de 1.992, no está nada alejada de lo cuestionado, criticado o denunciado por el discurso de los alzados en armas.
Discurso de ascenso
La arenga emergió como bandera por el mal funcionamiento de los servicios públicos, la deteriorada calidad de vida de los venezolanos y los casos de corrupción atribuidos a los gobiernos de la IV República. No obstante, la ineficiencia pública que ha crecido con el tiempo y las críticas innegables de la gente que padece, sufre y vive a diario hoy una tragedia, dos décadas y media en la conducción del país, puede decirse que dobla o triplica a lo que existió antes de las insurrecciones de 1.992.
Es innegable, muy cierto, que el discurso político desafiante, cuestionador y retador de quienes insurgieron, a partir de ese momento, llegó a los oídos, agradó, caló, penetró y produjo el efecto de cambio en la gente. Fue, en aquel momento, una especie de audición selectiva, porque era lo que la mayoría quería escuchar.
Eso permitió, inclusive, que hasta el oportunismo del expresidente Rafael Caldera Rodríguez le facilitó llegar por segunda vez a Miraflores, porque se montó en la cresta de la ola y sacó rédito de aquel momento histórico. Sin embargo, treinta y tres años después es mucha el agua que ha pasado debajo del puente.
¿Pan y circo?
Entre otras vivencias de ese día, recuerdo la frase de aquel amanecer del 4F del "sólo pan y circo" muy vigente en la actual realidad venezolana. Por cosas o no del destino esa mañana del 4F, cuando el país amaneció de golpe, me correspondió entrevistar al líder de la rebelión militar en el estado Zulia, teniente coronel (Ej.) Francisco Javier Arias Cárdenas, cuando ibamos rumbo a la Base Aérea Rafael Urdaneta durante una "colita obligada".
Mi carro lo manejaba el oficial nacido en el estado Táchira. En el diálogo justificó el levantamiento y las razones de él y otros oficiales, suboficiales y tropa profesional de derrocar al Presidente de la República, Carlos Andrés Pérez, su comandante en jefe, además de desconocer el juramento a la bandera y a la propia Constitución Nacional.
El cierre de los canales institucionales para consignar denuncias y los casos de corrupción en las Fuerzas Armadas que nunca fueron atendidos por sus superiores, según sus palabras, resume una de las principales causas del descontento contra quienes conducían el gobierno y eran garantes de la existencia del Estado de Derecho.
En tanto en Caracas, Hugo Chávez Frías, ya derrotado, pero logrando que le permitieran hablar brevemente a través de la televisión nacional, despertó alegría, simpatía, entusiasmo, satisfacción y un inmenso frenesí indetenible en la gente. Le permitieron en pocos minutos detonar una espoleta verbal que salía de sus labios que cambiaría la historia contemporánea de Venezuela.
El volúmen de los decibeles del intento de golpe de Estado no bajó su intensidad en el transcurrir de días, semanas, meses y años. Un verdadero furor que llegó a convertir su figura y discurso en un huracán tropical de máxima categoría, que a su paso derribó, arrancó y sacó de raíz, cual objetos en el camino, a la mayoría de los actores y líderes políticos, figuras llamadas de "la vieja política" tal cual les decían.
Fritanga de cabezas
En adelante las instituciones de la IV República rodaron por el suelo y desaparecerían. En boca del líder del 4F su promesa de convertir en polvo cósmico y freír la cabeza en aceite a actores políticos y a sus organizaciones, permitiría la destrucción, casi la extinción del status quo existente en ese momento, que llevó el ascenso cómodo, sin rivales a quien temer, a los nuevos actores que arremetieron y colocaron contra la pared a adversarios y críticos.
El líder de la intentona golpista del 4F no solo tendría afinidad en su discurso con la gente de la barriada, sectores populares o campesinado, sino que la acción que lideró y de la que se hizo responsable ante las cámaras de la TV, le granjearon el apoyo de otros grupos sociales, entre ellos, empresarios, profesionales, medios de comunicación, universitarios, ganaderos y del sector cultura, farándula y cuanta estructura organizada existía.
En su entorno, –él sabía de su importancia– algunos empresarios de los medios de comunicación adversarios de Carlos Andrés Pérez, procuraron "bañarse en ese chorrito" y colocaron a su disposición televisoras, periódicos, emisoras, vallas publicitarias y, en fin, cualquier medio de propaganda de la época, confiados en anotarse a ganador. Otra sería la realidad cuando quisieron influir en la conducta de Chávez Frías ya en el poder. El hombre, dirían en Colombia, les salió muy "berraco".
¿Ilusión o progreso?
La bonanza de los precios del petróleo en el inicio del Siglo XXI permitió al país ingresos no esperados al poco tiempo de llegar a Miraflores. Además, en su afán de blindar el proyecto político e ideológico que su figura representaba, Hugo Chávez Frías, promovió la realización de una Constituyente en 1.999 que llevaría a sustituir la Constitución Nacional de 1.961 por la actual Carta Magna.
La independencia de los poderes públicos desaparecería y la preminencia del Poder Ejecutivo dictaría la conducta de los demás. Por un buen tiempo los venezolanos vivíamos en una especie de burbuja o ilusión de progreso, gracias al inmenso caudal de dinero que entraba al país por la venta del principal producto de exportación. La disponibilidad de dinero, por ejemplo, era tan grande que permitió a muchos salir del país a raspar sus tarjetas bancarias.
La revolución destinó ingentes recursos a la infraestructura pública y a programas sociales que elevaron las simpatías por la Revolución Bonita. No obstante, mucho de ese caudal de riqueza fue a parar a los bolsillos de "revolucionarios" y a la corrupción de "cuello blanco".
Dentro o fuera del país el dinero permitía la sensación de que en Venezuela había llegado el momento de dejar atrás la escasez de productos básicos, el hambre, desnutrición, miseria, desempleo y la mala calidad de las condiciones de vida y el mal funcionamiento de los servicios públicos. Era la promesa revolucionaria.
En ese dispendio de dinero no podían faltar los chulos, aprovechados y vividores internacionales para quienes existían hasta una chequera que decían "camina por América Latina" que otorgó "préstamos", regalos y dádivas. Además de la dotación y construcción de vías, viviendas, suministros médicos, ambulancias, equipos eléctricos y la entrega de petróleo a precio preferencial en nombre de una llamada integración Latinoamericana que favoreció la popularidad de Chávez Frías.
Todo lo que sube baja
Cual ley de la física que explica porque todo lo que sube baja, el paso de los años filtró y penetró la impermeabilidad aparente del modelo político-ideológico que pregonaba la publicidad oficial, distinto a lo que existió antes de la llegada de Hugo Chávez Frías.
Los casos de corrupción, caída de la calidad de vida, conflictividad y otras variables sociales escandalizaron al país y comenzó una regresión en los índices de satisfacción social, fidelidad y confianza de la gente. Sufrimos, digamos, por algún tiempo una especie de "alegrón de tísico".
Otro episodio muy criticado, cuestionado y bastante fustigado a sus antecesores de 1.998 volvió a ser la cómica entre los venezolanos, testimoniado en la paralización de grandes o macro proyectos de infraestructura que fueron iniciados y luego paralizados sin responsabilidades penales.
Carreteras, represas, puentes, red ferroviaria, metros, ampliación del sistema eléctrico, centros de enseñanza y de salud, hasta llegar al escándalo de corrupción en PDVSA que salpicó a sus principales directivos, llevó a menos a la "gallina de los huevos de oro" de Venezuela.
Derrocado brevemente
La administración de Hugo Chávez Frías había llegado al poder con índices de simpatía muy superiores a muchos gobiernos desde el nacimiento de la democracia en 1.958. En el año 2.002 cuando la oposición organizó movilizaciones multitudinarias nunca vistas en el país, forzando su salida del gobierno a través de un golpe de Estado, Chávez Frías brevemente quedó desplazado del poder, pero la torpeza de Pedro Carmona Estanga al eliminar los Poderes Públicos de un plumazo, revertió la acción golpista que devolvió a su silla al inquilino de Miraflores.
El susto obligó a Hugo Chávez Frías "a poner las bardas en remojo", porque entendió que algo no andaba del todo bien en la conducción del país, donde la población reclamaba mejores condiciones de vida. Un breve proceso de paz y reconciliación mantuvo una cierta tranquilidad social por breve tiempo. Al siguiente año decidió crear las misiones sociales que le permitió al gobierno un cierto respiro que logró disminuir el descontento de los venezolanos.
En fin, treinta y tres años de revolución se dicen fácil, pero entre el antes y el ahora de promesas ofrecidas de lo que quiso ser y no fue, existe una realidad, una verdad inocultable. Hay un inmenso abismo en la insatisfacción, carencias y en la calidad de vida del venezolano. Una evidencia que ha costado sangre, sudor y lágrimas. Un imposible no alcanzado como si nos propusiéramos tapar con un dedo la luz del Sol. ¡Amanecerá y Veremos!.
José Aranguibel Carrasco
CNP-5.003