Cada 27 de noviembre, los fieles católicos celebran el día de la Virgen de la Medalla Milagrosa, advocación mariana nacida en Francia, cuya devoción se ha extendido por todo el mundo.
Sus devotos se unen en espíritu de oración en recuerdo de aquel 27 de noviembre de 1830 en el que la Madre de Dios se apareció a Santa Catalina Labouré, una religiosa francesa perteneciente a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Era una mujer de oración penetrante, poseedora de un alma mística.
Catalina se reunió con la Virgen María y conversó con ella por varias horas. Durante la conversación María le dijo: «Mi niña, te voy a encomendar una misión» y meses después, el 27 de noviembre, la Santa Madre se le volvió a aparecer durante sus meditaciones vespertinas. En esa ocasión, la vio dentro de un marco oval, que se alzaba sobre un globo pisando una serpiente; de sus manos salían rayos de luz, algunos de los cuales no llegaban a tierra.
Alrededor del margen del marco estaban inscritas las palabras «Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que acudimos a ti».
Ese día la Virgen María le ordenó a la joven religiosa: “Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza".
Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa es una figura de gracia divina para los fieles. Muchos realizan rezos en su nombre para pedir ayuda o su guía. Existe también la Novena a la Medalla Milagrosa que inicia cada 18 de noviembre y concluye el 27 de noviembre. Su finalidad es disponer a los devotos a acoger la gracia de Dios; un signo visible del deseo de cada uno a cooperar con esa gracia, secundando a María en la misión que Dios le ha encomendado en el mundo.
Noticia al Día/Con información Aciprensa