Santa Bárbara del Zulia, tierra de ganaderos y pasiones desmedidas, donde nacieron y murieron en su ley los hermanos Semprún en una vorágine de violencia y matanzas a puñal y balas contra los Meleán por allá por 1975, según comparte recortesdejosue en su viaje al pasado a través de las páginas del Panorama impreso en la Hemeroteca Eduardo López Rivas de la Biblioteca Pública del Estado Zulia María Calcaño.
Es una historia que transcurre entre camellones, caseríos, haciendas, poblados de una zona agropecuaria privilegiada (Santa Bárbara, El Vigia, Colón y Catatumbo), y trasciende a las ciudades capitales Caracas y Maracaibo. El total de asesinatos pasa de 50. Los Semprún, hijos de Hilda Cedeño, eran corajudos, hábiles en el manejo de armas de fuego, obedientes de los mandatos de su madre, de quien, se contaba para la época, era una mujer indomable. Si alguien llegaba con la noticia de que le habían matado un hijo, decía a quien estuviera con ella "agarre esa escopeta, vaya y se venga", si volvían con la noticia de que a ese hijo también lo habían liquidado, decía: "Ya no me van quedando hombres en esta casa, tendré que ir yo a saldar esas cuentas".
La saga de los Semprún contra los Meleán dio para que el brillante periodista Oscar Silva Araque escribiera la novela Santa Bárbara cuando corría el año 1992.
El principio: un parrillero que no se dejó humillar
Silva Araque cuenta en su obra el orígen de las matanzas. Explica en sus textos que todo comenzó con la muerte del ganadero Rodolfo Meleán, hermano predilecto de Jesús “Chucho” Hernández Meleán, dueño de la hacienda Bolívar, la más rica de Santa Bárbara y del país para ese entonces, que tuvo moneda propia.
Citando a Silva Araque en el diario Versión Final:
"A Rodolfo lo mató a puñaladas el vendedor de parrillas que a diario se paraba frente al bar El 5 y Medio, que está en la salida de Santa Bárbara. Él estaba ebrio, se alteró y le disparó al parrillero en sus piernas por haberle entregado mal el pedido y éste en venganza lo acuchilló al instante”.
Para “Chucho”, el asesinato de su hermano fue un golpe muy duro y por ello envió a Temístocles el "Tungo” Semprún a ejecutar a Cirilo Bohórquez Meleán, propietario del bar, por no evitar la muerte de su hermano preferido. Lo tirotearon en la estación de servicio de La Panamericana.
El rugido de las armas no descansaba, siguieron en la lista de asesinatos: Dimas, Euribíades y Norberto. A los tres los acribillaron una madrugada, en un oscuro camellón situado entre Santa Bárbara y El Vigía. Tiempo después mataron con tiros de escopeta a Eladio, alias el "Chino”, en el sector La Churuata de la carretera Falcón-Zulia, y le siguió Carlos Luis, a quien tirotearon en una calle ciega, también en El Vigía. A este ultimo sus homicidas lo llamaban “La Casa Grande”, porque lo consideraban el más audaz de la familia. A sus primos Israel y Nelson Enrique Semprún tampoco les perdonaron la vida. Cuando llegaban a su residencia en el municipio San Francisco, los fulminaron a balazos. El último en la lista fue “Ezequielito”.
La versión de la revista Élite en 1976
Muchas especulaciones se han tejido en torno del sangriento exterminio del que fueron víctimas los hermanos Semprún. En una nefasta coincidencia Ezequielito había estado presente en la primera emboscada que se les tendió y en la cual perecieron Temístocles Semprún Cedeño y Ángel Ciro Rincón Soto, habiendo resultado herido Ezequielito Semprún con más de media docena de balas en el tórax, en la espalda y en la cabeza, razón por la cual sus verdugos lo creyeron muerto.
La primera emboscada sucedió la noche del 18 de marzo de 1975, en un camino solitario entre las poblaciones de Santa Cruz de Zulia y El Guayabo, a unos 30 km, de Santa Bárbara de Zulia. Temístocles (el Tungo), Ezequielito y Ángel Ciro Rincón Soto (Caballo Blanco o el Polaco) amigo inseparable de los hermanos Semprún, fueron atacados a tiros desde la plataforma de un camión que los había interceptado para matarlos. Unos días antes de este doble asesinato, cuando estuvo a punto de perder la vida Ezequielito Semprún el 8 de marzo de 1975 en la avenida Bolívar, cerca del Nuevo Circo de Caracas, cayó asesinado a balazos por dos sujetos desde una moto el abogado José del Carmen Núñez, hermano de crianza de los Semprún. El 29 de mayo de ese mismo año fue ultimado a tiros el estudiante Nelson Enrique Urdaneta Cedeño, primo de los Semprún, a quien confundieron con Ezequielito.
El 18 de marzo de 1976, en horas de la noche fueron sacados de sus casas los hermanos Rolando José, Dimas Antonio y al filo de la media noche a Eladio de Jesús Semprún (el Chino)… Dimas sintió que tocaron a la puerta, al observar por la ventana distinguió en la oscuridad de la noche a tres hombres vestidos como militares que habían descendido de una camioneta Ford. Los tres fueron sometidos y maniatados a la fuerza contra la pared. Al amanecer, los cuerpos de los tres hermanos fueron encontrados acribillados a balazos en un lugar cercano al caserío Km. 15 cerca de la antigua línea del ferrocarril Santa Bárbara-El Vigía. Los cadáveres tenían las manos atadas a la espalda con cuerdas de nylon, cuyas puntas habían sido fundidas con fuego para evitar que se deshilacharan y fueron encontrados sobre la hierba humedecida por el rocío de la noche.
El 29 de abril de 1976, el menor de los hermanos Semprún, cariñosamente llamado Ezequielito, y su sobrino Nolberto Antonio Bracho Cedeño, hijo de su hermano Dimas Semprún, se habían internado en el peligroso barrio 23 de Enero de la ciudad de Maracaibo y en una oscura callejuela del sector se encontraron con cuatro sujetos que venían con sus armas listas para disparar, entonces, Ezequielito y Nolberto fueron sorprendidos, el primero apenas tuvo tiempo de sacar su arma. La balancera no se hizo esperar. Ezequiel supo que su hora había llegado. En pocos segundos tanto él como su sobrino Nolberto fueron abatidos por las balas de sus enemigos, quienes corrieron para abordar el auto que los esperaba. Mientras lo hacía, Ezequiel, cuya vida se extinguía rápidamente, tuvo una fugaz visión en su agonía y como en cámara lenta pudo percibir al último hombre que intentaba escapar, era Wílmer Enrique Sánchez Torres, hijo de Adelis Sánchez Romero, quien había participado en los atentados contra su familia. Haciendo un último esfuerzo, Ezequielito concentró todo lo que le quedaba de vida y disparó contra Wílmer, quien cayó mortalmente herido antes de poder escapar en el vehículo que velozmente se perdió en la oscuridad de la noche…
Vidas aseguradas en dinero mas no contra la muerte
El relator de sucesos de los ’70 a los ’80 fue Heberto Camacho, quien destacaba en sus crónicas lo arriesgados y valientes que eran aquellos pistoleros de ambos bandos. Tenían la muerte pintada en el rostro, una marca en la frente, sabían, estaban tan seguros que, de un momento a otro, los pasarían al otro mundo en una lluvia de balas. Todos y cada uno tenían aseguradas sus vidas por fuertes sumas de dinero.
Dimas: Un millón y sus hijos
El Chino Eladio: 700 mil
Así, entonces, lo que se inició con el crimen de un ganadero en manos del parrillero frente a un bar, cobró la vida de más de medio centenar de hombres, arrancó de raíz a los hermanos Semprún, policías y jefes, guardias nacionales, abogados.
Aquellos camellones donde corretearon de niños, afinaron el tino cazando palomitas, cortaron florecillas silvestres para las niñas que les gustaban, fueron también los lugares adonde los llevaron maniatados y les dieron los tiros de gracia.
Esta saga sacudió al Zulia y al país y dejó heridas que aún siguen cicatrizando.
JC