Pocos personajes de nuestra historia nacional, ajenos al suelo maracaibero, cuentan con la estima y el reconocimiento que Maracaibo le ha brindado a Cecilio Acosta, cuyo nombre está presente en diversos espacios de la ciudad: una universidad, una parroquia civil, una calle, un corredor vial y una plaza.
Nació en San Diego de los Altos, a pocos kilómetros de Los Teques, el 01 de febrero de 1818. Fue contemporáneo de Rafael María Baralt, Juan Vicente González y Fermín Toro, formando parte de la generación intelectual que emerge en la etapa de nuestra independencia.
Hijo de Ignacio Acosta y Margarita Revete. Su madre influyó notablemente en su formación humana y cristiana, junto con Mons. Mariano Fernández Fortique, de quienes recibió los cimientos de su
carácter, inclinado al estudio y a la vida de fe.
En 1836 se encontraba en el Seminario Tridentino Santa Rosa de Lima, con el ánimo de hacerse sacerdote; pero en 1840 decide iniciar la carrera de Jurisprudencia o Derecho, en la contigua Universidad de Caracas. Desde estos años de preparación se caracteriza por ser sereno, tímido, circunspecto, frágil de salud, pobre y muy dado a vestir de negro. Se le conoce como el “Príncipe del Decoro”, según su biógrafo Manuel Bermúdez, sobre todo por la forma respetuosa y serena con la cual debatía sus ideas, así como por la coherencia entre lo que decía y practicaba en materia política.
Fue un humanista cristiano de ideas liberales. Estas últimas las matizó con la luz de la fe. Se definía como un hombre con doctrina: “Nunca he sido hombre de poder, pero si hombre de doctrina”. Liberal moderado, con gran sensibilidad social. Su credo liberal incluía: respeto a la libertad del individuo, derecho de propiedad, libertad de imprenta, independencia de poderes, fomento de la industria, instrucción para el trabajo productivo. En un discurso ante el Presidente José Tadeo Monagas, del 04 de febrero de 1855, afirmaba: “Libertad para el pensamiento, fomento para la industria, capitales para el trabajo, garantías para la propiedad, responsabilidad para la justicia, acogida para la inteligencia, respeto para la religión, pan, pan de instrucción elemental para el pueblo, y el pueblo llega a su destino. Dios, luz, industria, unión y libertad, y la República se salva”.
Este ideario puede observarse con profusión en su obra magistral Cosas Sabidas y Cosas por Saberse, donde ofrece importantes lecciones, entre las que destacan: a) “La paz es la única condición y el único camino para el adelanto de los pueblos”; b) “La luz es la única arma que penetra y no lastima, que conmueve y no trastorna”; c) “La luz que aprovecha más a una nación, no es la que se concentra, sino la que se difunde; d) “El progreso es más ley individual, que ley de los
gobiernos”.
Abogó por la paz y la estabilidad gubernamental de Venezuela, como condición básica para el progreso, en una etapa de guerras continuas, de luchas por el poder entre facciones cuya intolerancia devino en la ruina de la patria. Acosta no creía que la violencia fuese el camino
para llegar a niveles superiores de organización; pensaba que el país requería reformas muy concretas, a fin de alcanzar dos grandes metas: paz y libertad. Su palabra esclarecedora y el negarse a formar parte de algún grupo partidista le acarrearon dificultades y pobreza, pero él optó
por renunciar a cualquier vínculo que le impidiese cumplir con el propósito de orientar la conciencia nacional. Enfrentó las represalias de los hermanos Monagas y de Guzmán Blanco por no plegarse a sus intereses partidistas.
Tal y como lo indica José Rodríguez Iturbe, la constancia civilista y la condición de héroe civil son atributos centrales en Cecilio Acosta. El 04 de febrero de 1855, ante el presidente José Tadeo Monagas dirá que: “Estamos cansados ya de tanta discordia, hartos del Nilo y los
Faraones, y queremos llegar por fin a la Tierra de Promisión”.
Cecilio Acosta dirigió la redacción del Código Penal Venezolano en 1873, obra que posteriormente sería objeto de análisis en un tratado publicado por el abogado maracaibero Francisco Ochoa, primer Rector de la Universidad del Zulia. Mantuvo correspondencia con connotados intelectuales de Colombia y España. A partir de 1869 fue Miembro Correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua. “Lo que supo, pasma”, afirmaba José Martí.
El 24 de octubre de 1876 murió Margarita Revete, la madre de Cecilio Acosta, lo que le desequilibró desde el punto de vista emocional, sumiéndose en una profunda tristeza. Tiempo después, al solidarizarse con uno de sus amigos ante la pérdida de un ser querido, le dirá: “Yo también tengo cipreses que riego con llanto”.
La muerte de Cecilio Acosta acaeció en Caracas el 08 de julio de 1881. José Martí asistió a las honras fúnebres de tan ilustre venezolano, del cual dijo : “Y cuando él alzó el vuelo, tenía limpias las alas”.
El presente de Venezuela sigue manteniendo parte de los problemas que Cecilio Acosta denunciara en el siglo XIX. En efecto, tal y como afirmaba Ramón J. Velásquez, “La mayoría de los problemas políticos vigentes en el siglo XIX tienen ahora un nuevo vestido, pero su esencia es la misma”. De ahí que el pensamiento y la rectitud de Cecilio Acosta aún pueden esparcir luz en medio de tanta oscuridad.
Dr. Reyber Parra Contreras/Cronista de Maracaibo/Profesor de historia de Venezuela en la
Universidad del Zulia/Miembro de la Academia de Historia del Estado Zulia, E-mail: [email protected]/ Instagram: @cronistademaracaibo Twitter: @CronMaracaibo