De los pinceles de María Bencomo nacen ángeles, niños, pájaros, peces, animalitos felices, bellas mujeres, hombres gentiles. En sus lienzos, está el sol brillante de Maracaibo, las fachadas coloridas, el Lago azulito, el arcoíris cargado de esperanza. Y es que así es ella, un alma llena de cosas bonitas, que se convierten en arte, cuando se planta frente al caballete.
En 1985 le regaló al Zulia la alegría enorme de ser la ganadora del Premio Nacional de Arte Popular Bárbaro Rivas, en el Salón Arturo Michelena. Tenía un poco más de 20 años. A partir de allí el reconocimiento y una carrera ascendente, que aún no se detiene.
No siempre fue así. De niña conoció las privaciones, sin embargo, también nació con el don de ganarse el cariño de las personas.
La vida puso en su camino al maestro Edgar Queipo y familia, sus vecinos en San Jacinto. Convivió con ellos varios años, siendo muy jovencita, ayudándoles en las labores de la casa, sin sospechar que allí comenzaría a descubrir su vocación.
En este hogar, donde se respiraba el arte y la gentileza, también recibió apoyo para seguir estudiando. No lo desaprovechó: culminó la secundaria con un promedio sobresaliente.
Entre maestros: así fue el encuentro de María Bencomo con el arte
“Yo miraba que ahí llegaba Henry Bermúdez, Ángel Peña, Ender Cepeda, también poetas y grandes maestros que venían desde Bogotá…”, relata, con evidente admiración, sobre sus vivencias junto a la familia Queipo.
Aquella generación de artistas plásticos, que marcó pauta con sus propuestas, irreverencia e ímpetu creador, la acogió como aprendiz. Ella miraba, escuchaba, asimilaba y practicaba. También escribía historias, mientras hacía sus “dibujitos”, como los llamaba.
Sus trabajos evocaban, de cierta forma, la obra de Lourdes Armas, reconocida exponente del popular venezolano. “Empecé mi búsqueda, al pintar casitas, siempre enfocada en Maracaibo, en el Zulia… y escribía cuentos, donde hablaba de la ciudad bonita donde nací. Todavía encuentro cartoncitos donde están plasmados esos primeros trabajos”.
Luego de obtener el título de bachiller, entró a la Universidad del Zulia para estudiar Trabajo Social; en ese período tuvo una breve experiencia en Danzaluz. María Bencomo nació para el arte y buscaba todas las formas posibles para expresarlo.
México y el Premio Nacional de Arte Popular
Una invitación para estudiar Antropología e Historia en Ciudad de México, le abrió el horizonte. En tierras aztecas visitó importantes galerías, se codeó con exponentes del arte popular y tuvo la oportunidad de mostrar su obra. Bencomo recibió buenas críticas por su trabajo, el cual permitía avizorar su enorme talento.
Volvió a Venezuela para acompañar a su madre, aquejada por una enfermedad de la que no sobrevivió. Poco después de ese momento doloroso, María Bencomo inscribiría sus obras en el Salón Michelena. “Total, no pierdes nada con participar… a vos no te conoce nadie”, le dijeron, cuando consultó sobre la pertinencia de postularse.
La joven María Bencomo se enfilaba hacia una meta que, hasta ese momento, había estado reservada para figuras de la talla de Josefa Sulbarán, Elsa Morales, Feliciano Carvallo, entre otras.
La buena noticia le llegó por sorpresa mientras barría el patio de su casa en Valle Frío: Premio Nacional de Arte Popular en el Salón Michelena, contra todo pronóstico.
Logró convencer y cautivar a un jurado de consagrados personajes, entre los que figuraban Sofía Imber y Sergio Antillano. María Bencomo comenzó a ver su nombre escrito con letras mayúsculas.
“Ese premio transformó mi vida totalmente, porque el que no me había ni mirado, pisó mi casa para conocer mi obra y comprarla”, expresa.
Un nombre que es referencia del arte popular venezolano: María Bencomo
Los años han pasado y María Bencomo no pierde el deseo de aprender y renovarse, en cuanto a la técnica, elementos, a la magia que deja plasmada en cada trabajo. En el transcurrir de su carrera como artista plástica, ha tenido valiosas experiencias, que le han permitido nutrir y proyectar aún más su impronta como creadora.
Entre algunos de los eventos recientes, está el Festival Internacional de Arte Naif en Guarabira, Brasil, particularmente retador por la relevancia que tiene el arte popular en el país carioca. Por aquellos lares realizó su última exposición individual, llamada Ángelus, en 2019.
En la actualidad, la obra de María Bencomo es conocida y valorada en el mundo entero. Coleccionistas y galerías internacionales procuran adquirir sus pinturas, las cuales han llegado a Kuwait, Dubai, España, Canadá, Estados Unidos, México, Brasil, Colombia, Chile, por mencionar, apenas, algunos países.
La honestidad es su sello. “Yo no quiero pintar como más nadie; yo pinto lo que a mí me sale del alma, con lo que yo me identifico…”, aunque no niega alguna influencia de la escuela mexicana.
Artista de noble corazón
A pesar del tiempo y de que, como Neruda, confiesa que ha vivido, María Bencomo mantiene el espíritu sencillo, la sonrisa franca, el trato cercano y afable de la jovencita que se acercó al arte, por primera vez, en el taller del Maestro Queipo, a quien no deja de agradecer y elogiar, así como lo hace también al referirse a Darwin Araujo, otro pilar de sus inicios.
Bencomo manifiesta sentirse orgullosa por su obra maestra, su hija Victoria Elena, próxima a graduarse de Médico; una joven que heredó la belleza y la perseverancia de su madre.
Asimismo, los afectos de la artista trascienden a todo lo que la rodea; los animales tienen un lugar especial en su corazón, por eso están presentes en sus pinturas y en su casa. Mientras tres gatos ronronean por los rincones, María Bencomo nos habla de su perrita Frida, que murió después de ocho años de permanecer con ella, sin que aún pueda superar su ausencia.
El país que quiere pintar
¿Planes inmediatos? Trabajar en grandes formatos, preparar una exposición individual, disfrutar de una de sus grandes pasiones como lo es viajar, para seguir llevando su arte, ese que nació al calor del sol marabino, a todos los lugares posibles, dentro y fuera de nuestras fronteras.
En lo que respecta a sus motivos o deseos, le pregunto cómo sería la Venezuela ideal que quisiera plasmar en su obra. “Pintaría a un país con un futuro, donde la gente pueda avanzar, con buenos sueldos y servicios, donde no haya tanto individualismo, donde los niños tengan acceso a la salud y la educación”, me dice.
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Fanny Reyes R
Fotos: @jotamphotography / Xiomara Solano / María Bencomo – Video: F Reyes
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